ÁLEX SERRANO:Ana Penyas tiene 34 años, dos novelas gráficas y un Premio Nacional de Cómic. Ana Penyas dominó el tiempo con su “Estamos todas bien” (Salamandra Graphic, 2018), su primera obra. En ella, a través de lo personal, trazaba un recorrido común de muchas mujeres que, durante generaciones, han vivido vidas silenciosas a fuerza de ser silenciadas.
En su segundo cómic de larga duración, “Todo bajo el sol” (Salamandra Graphic), aborda y somete el espacio en su sentido más amplio; aquel que incluye también el tiempo y cómo este afecta a un lugar determinado. De nuevo, la autora valenciana elige una partícula atómica, una familia que podría ser la suya, la tuya o cualquier otra, para contar cómo el egoísmo, la falta de escrúpulos y la codicia no solo destruyen un paisaje, sino que eliminan también un modo de vida, levantan barreras de clase y echan a personas de sus propias casas.
Todo esto ha ocurrido durante las últimas décadas en la Comunidad Valenciana y en toda España, y ha afectado a personas como ella, como tú y como yo. Una ficción con base real que habíamos visto y leído casi siempre desde la otra orilla. En su novela “Crematorio” (y en su posterior adaptación televisiva) Rafael Chirbes retrataba la vida y motivaciones de quienes, con la excusa de modernización y prosperidad y el fin último de la acumulación personal de poder y dinero, planean y llevan a cabo la desintegración y despiece de un territorio y del modo de vida derivado del mismo. El protagonista y motor de la novela, el constructor Rubén Bertomeu, era un personaje tocado por la mística del villano ambivalente, del individuo supeditado por sus pulsiones, cincelado de manera magistral y acreedor de ese carismático magnetismo que odias amar y amas odiar. Penyas, en cambio, centra su mirada en el otro lado, en quienes sufren los efectos de esa insaciable maquinaria, en los -en más de un sentido- parias de la tierra. Lejos de la fascinación ambivalente que despiertan personajes como el que encabeza “Crematorio”, es poco posible que los protagonistas de “Todo bajo el sol” sean objeto de romantización de ningún lector. Porque Ana Penyas muestra un pulso ejemplar a la hora de retratar a personas comunes a las que no necesita decorar con heroísmos innecesarios para dejar clara su condición de víctimas de un engranaje que les utiliza, devora y escupe. Por el camino, la autora deja valiosas anotaciones sobre la incomunicación generacional, la invasión del marketing, las consecuencias de la apuesta ciega por el turismo de sol y playa o la capacidad fagocitadora de la gentrificación.
Con un soberbio despliegue gráfico, libre para aplicar soluciones visuales precisas para cada momento, Ana Penyas transmite como pocos saben los colores y texturas de esa Comunidad Valenciana de la huerta y el mar y el urbanismo salvaje. También la luz mortecina de los proyectos personales y los espacios físicos a los que se les cortan las alas y el futuro. Todo enlazado, constituye una obra necesaria de una autora ya imprescindible.