Hay familias que esconden secretos. Unas más, otras menos, pero casi siempre hay algo que ocultar del pasado, algo que no debe salir a la luz por miedo, vergüenza o arrepentimiento. Sin embargo, que no se hable de algo no quiere decir que nunca ocurrió. Algunos secretos están ahí “en calma” cual volcán activo apunto de explotar.
La pequeña isla canaria donde tiene lugar la historia que nos plantea Claudia Pinto Emperador no podría ser mejor escenografía. Lejos del ruido de la civilización peninsular, Fabiola necesita tomar aire y curar sus heridas causadas en un terrible accidente que le hizo perder a un ser querido. Pero su familia, quizá los causantes de sus problemas, se irán con ella, y lejos de convertise en su retiro particular de paz y serenidad, será esa isla volcánica casi en erupción la que hará aflorar un pasado lleno de mentiras y ocultaciones. La intrahistoria no es plato de buen gusto, y eso bien lo sabe su autora que apuesta por la sobriedad y por darle peso a la potentísima imagen de la isla y a una sugerente música clásica que nos acompaña casi todo el film. Tras su debut en el largometraje con la fantástica La distancia más larga, con la que podemos encontrar ciertos paralelimos más allá del hecho de que cuente de nuevo con la actriz Carme Eías -sin duda la mejor del film en sus escasas apariciones-, Las consecuencias nos ofrece un intenso melodrama familiar, con cierto aire místico y tendencia al thriller más contemplativo. Supone además el debut de María Romanillos, la joven promesa que se alzó con un premio en el Festival de Málaga, donde se estrenó el film el pasado mes de junio, y cuyo personaje tiene finalmente un fuerte peso en el relato. Un relato plagado de tensión y misterio para que el espectador descubra poco a poco lo que está ocurriendo, que presume además una puesta en escena tan potente como enigmática.