ANDREA MOLINER: Observo mi mesita de noche. Blanca, reluciente cuando la luz del sol entra por el patio interior. La misma que con tanto fervor me sirve como apoyo a todas esas ideas, opiniones, desternillantes diálogos o pasajes de ensueño que, al caer de la noche, saltan del papel a un cerebro frito de llevar tantas horas activo pero ávido de más y más conocimiento. Una droga sana que nunca deberíamos infravalorar o despreciar con tanta facilidad. Dicho esto, el año que pronto dejaremos atrás ha seguido engrosando el número de libros publicados en este país. Una tendencia que, desde la pandemia, ha ido en aumento.
Comenzamos con las primeras horas de enero rindiendo literarios homenajes a dos de los escritores más grandes que ha dado la literatura : James Joyce y Marcel Proust. Del primero festejamos los cien años de la publicación de Ulises, del segundo el centenario de su fallecimiento. La editorial Lumen se encargó de soplar las velas al son de nuevas ediciones y, en el caso de Proust, textos inéditos hasta el momento en nuestro país. En los siguientes meses recordamos, a su vez, a otras grandes plumas como T.S. Elliott – y el siglo que cumple su famoso Tierra baldía – los cuatro del nacimiento de Molière, o los otros cien que tanto José Saramago como Kurt Vonnegut ensalzaron en Alfaguara y Blackie Books reeditando algunas de sus obras cumbre como Ensayo sobre la ceguera o Cuna de gato respectivamente.
Por otro lado, el 2022 también ha sido un año de grandes libros donde asistimos al regreso de importantes autoras y autores con nuevos trabajos literarios bajo el brazo. Tales como La autopista a Lincoln de Amor Towles, La familia de Sara Mesa, El amante polaco de Elena Poniatowska, Ceniza en la boca de Brenda Navarro, Aniquilación de Michel Houellebecq, Papi de Emma Cline, La ciudad de Lara Moreno, Las herederas de Aixa de la Cruz o Los reyes de la casa de Delphine de Vigan. Sin olvidarnos pelotazos editoriales como el de Meyrem El Mehdati y su Supersaurio o el de Virginia Feito con La señora March.
Otro memorable, y tal vez sorpresivo, éxito fue el de Agua y jabón de Marta D. Riezu, amenizando a los lectores durante aquel aniquilador verano que muchas y muchos sufrimos en carne propia. Por no hablar del voluminoso ensayo Las personas más raras del mundo de Joseph Henrich o Los chicos de Hidden Valley Road de Robert Kolker. Un aplauso también a esas nuevas voces dentro del panorama literario actual como las de Nuria Bendicho y su Tierras muertas u Ottessa Moshfegh con su libro de relatos Nostalgia de otro mundo, así como a la reedición de La memoria de alambre de Barbara Blasco, Sopa de ciruela de Katherine Mansfield, Blonde de Joyce Carol Oates o la obra de
Joan Didion, Manuel Puig y de Nora Ephron casi en su totalidad. Destacando de esta última su maravilloso texto No me acuerdo de nada.
Obviamente, como no podía ser de otra manera, también ha sido el año de Almudena Grandes y su última novela Todo va a mejorar. Una distopía a la que Luís García Montero – cuyo poemario dedicado a ella y titulado Un año y tres meses ha marcado el panorama lírico con la Poesía Reunida de Isa Vitale o Soñka, manos de oro de Natalia Litvinova – le puso punto y final siguiendo las directrices que la propia Almudena le dio antes de fallecer y dejarnos a todas y a todos con el corazón helado.
Sin embargo, el año en el que amé la literatura de Bonnie Jo Campbell, de Unica Zürn, de John Fante o de Annie Ernaux – cuya obra ha sido también reeditada aprovechando su merecidísimo Premio Nobel de Literatura – dejadme que dedique el espacio que merece Cormac McCarthy y la publicación de su doble novela Stella Maris y El Pasajero. Siendo este uno de los regresos, tras dieciséis años de silencio, más esperados. Al igual que la publicación de los también apasionantes diarios de Patricia Highsmith o la segunda entrega de los de Rafael Chirbes. Un año con Luis Landero y Cristina Peri Rossi – Premio Nacional de Literatura y Premio Cervantes respectivamente – en el que Javier Marías nos dejó y en el que debemos reivindicar la lectura de los clásicos. En esta ocasión, a modo debonus track os animo a darle una oportunidad a Las uvas de la ira de John Steinbeck. No se ha escrito ni publicado en 2022, pero su universalidad trasciende toda frontera espacio-temporal que inconscientemente impongamos sobre una imaginación que no debería conocer límites.