DANIEL GASCÓ: La muerte del cine, con este acontecimiento crucial arranca un libro magnífico: “Momentos clave. 100 años de cine” (Ed. Blume). Fabricado con material inflamable, volátil, ese celuloide que ha servido de soporte al cine estaba destinado a desaparecer. El celuloide se destruía y reciclaba en combustible barato para fábricas, materia prima para hacer bancos, peines, monturas de gafas y ropa. En el primer volumen de “Treasures from american film archives” se indica un dato escalofriante: sólo una décima parte del cine mudo norteamericano se ha conservado. Esta colección de DVDs incluye, por ejemplo, un trayler de 3 minutos de “The patriot” una de las perlas desaparecidas del gran Ernst Lubitsch, con Emil Jannings encarnando al zar ruso Pablo I. La “Historia del cine” se ha ido (re)construyendo a partir de las huellas que quedaron de películas perdidas: diarios de rodaje, cartelería, fotos, revistas,… Recientemente un amigo adquirió en una librería de viejo una novela cinematográfica con el sello de la Paramount, “Un hombre de suerte” (1930), que resultó ser la adaptación que Muñoz Seca hizo para la versión española de “Un trou dans le mur”, realizada por Benito Perojo en ese momento de principios del cine sonoro en el que equipos distintos rodaban en diferentes idiomas. Y se trata de otra película perdida que se rodó en Joinville, unos estudios norteamericanos situados en París.
Por aquella misma época, el valenciano Antonio Ferri recibió una invitación para trabajar en Hollywood, propuesta que rechazó por no abandonar su estudio fotográfico y ocuparse de su familia. Su experiencia como cameraman en documentales había sido sobresaliente y decidió finalmente producir un largometraje, “Los hijos mandan”, que también dirigió. Durante años se conocían pocos datos, alguno errático como que se había estrenado en un cine de Barcelona, circunstancia que nunca se dio. Terminada de rodar en diciembre de 1929, esta película nace en un momento difícil, de cambio al cine sonoro y en poco tiempo quedaría como una obra caduca, sin ningún interés para las distribuidoras. Pasaron los años y no se conocía el paradero de la película, hasta que en 1992 llevó un rollo el hijo del cineasta, Toni Martínez Bielsa.
En ese mismo tiempo Elia Kazan vino a la Filmoteca Valenciana a raíz de una retrospectiva que se le dedicó. Se estaban proyectando en una moviola las imágenes que quedan de este film, cerca de media hora de metraje, cuando Kazan entró en la sala con Ricardo Muñoz Suay, y ambos quedaron prendados: dos vías de tren se entrecruzan formando un aspa, el motor de un ascensor se funde con la cabina de donde sale un personaje gangsteril que es retratado cintura para abajo, una mujer lee tendida en su cama, otra rellena un cántaro en la bodega mientras un pretendiente se aproxima por detrás, dos hombres dialogan en los jardines de Viveros, otros dos hombres pelean a muerte, un coche se accidenta y un plano cenital muestra una operación quirúrgica. Son planos desordenados pero muy sorprendentes, rodados en un estilo expresionista. Un hombre afila la navaja el mismo año que hiciera lo propio Luis Buñuel en “Un perro andaluz”. Durante décadas todo el material estaba almacenado en casa de los Ferri, hasta que en 1962 cuando el fotógrafo enfermó pidió a su hijo que se deshiciera del film, por temor a que produjera un incendio. Toni, de 16 años, decidió rescatar los fragmentos que más le llamaban la atención. Algunos afirman que se trata de la última producción española íntegramente muda, rodada en Altea, Valencia, Alicante y Aiguafreda (Barcelona) que el propio Kazan alabó por su calidad fotográfica.