Hace 29 años, la Turia decidió crear unos premios que reconocieran los méritos de artistas y creadores pertenecientes a los diferentes ámbitos de las secciones de la revista: cine, teatro, artes plásticas, música, gastronomía… En aquel tiempo, además de dibujar tebeos, trabajaba para la publicación como colaborador gráfico: maquetaba la revista, componía las portadas, realizaba alguna ilustración e incluso publicaba algún artículo.
En aquella primera edición los premios se denominaron “Pesas y Medidas” y los trofeos fueron, efectivamente, auténticas piezas de hierro de las utilizadas para calibrar los pesos en las balanzas antiguas. Para las dos siguientes ediciones y con un poco más de tiempo para pensarlo, preparamos unos trofeos que representaban al Huevo de Colón, un icono de la Turia que yo mismo había recreado gráficamente con la colaboración de Juan Puchades. Tocado con una corona de laurel y erguido sobre una columna clásica, quedaba muy gracioso, muy de tebeo, pero tal vez poco trascendente. Aquello no acababa de cuajar. Y fue para la cuarta edición, en 1996, cuando a Pepa Cortell, con quien ya compartía hipoteca, se le ocurrió la idea de convertir el Halcon Maltés en el trofeo de la Turia. Esa idea me pareció tan buena que fui a contarla como si se me hubiera ocurrido a mí. Y como, efectivamente era una gran idea, a todo el mundo le pareció perfecto y nos pusimos a ello. Pero… ¿Cómo se hace un Halcón Maltés?… ¿eh?
Lo primero que hice fue revisar la película, que tenía grabada en un vídeo VHS. El halcón prácticamente no sale. Aparece durante los créditos, pero las letras lo tapan casi por completo. Al final hay una escena en la que Sydney Greenstreet, uno de los malos, pone el halcón sobre una mesa. Hay un plano corto y durante unos segundos se puede ver relativamente bien, porque le da vueltas mientras rasca con una navaja a ver de qué está hecho. (No sabe que se trata del material con el que están hechos lo sueños). Así, parando el VHS con el pause tomé apuntes a lápiz para modelar la figura. Recordaré a los mayores e informaré a los jóvenes de que el pause del VHS era muy inestable, tembloroso y surcado de líneas blancas, supongo que relacionadas con el magnetismo. Todo ello visionado en un televisor de tubo de 14”. Además, para proteger la cinta, el vídeo se desconectaba pasados unos segundos. Pues eso. No fue tan fácil.
Para crear las piezas hablé con un amigo, Papa Sow, un artesano senegalés afincado en València que tallaba maravillosamente hermosas figuras en madera y le propuse realizar los trofeos. “La clave-le dije- es que todos sean iguales, o lo más iguales posible”. “No te preocupes”, me contestó. “Quedarán idénticos”.Unas semanas después pasé por el taller de Papa para ver cómo iba la cosa y me encontré con veintitantos pájaros negros de diferentes formas y tamaños. Muy bonitos todos, con un perfecto acabado, hermosos y brillantes, sí, pero tan parecidos al Halcón Maltés como Piolín al Pájaro Loco (por abundar en el símil avícola).
Muerto de vergüenza entregué la avifauna, pero los de la Turia son tan buenas personas que no sólo no me enviaron a la mierda, sino que me propusieron repetir el halcón como trofeo a partir de entonces. Aproveché la oportunidad para hacerlo bien. Volví a ponerme el VHS y de nuevo dibujé el halcón desde todos los ángulos y con todo el detalle posible. Fijé formas y calculé tamaños tomando como referencia las manos del bueno de Sydney e incluso introduje alguna pequeña variación para que resultara más personal. A ver: es el Halcón Maltés, pero es NUESTRO Halcón Maltés. Tiene más expresión, como de enfado, el pico un poco más curvo, las garras más grandes que el de la película, los rasgos, los volúmenes y las líneas en general, más secos, más gráficos. Es, pero no es. Necesitaba otro escultor y recordé que mi propio padre había sido tallista en su juventud. Así que pensé: ¿Quién mejor que mi padre?… conociéndole seguro que resulta barato. Así que para la 5ª edición de los premios Turia, Manuel Gimeno Guillem talló en madera y pintó cerca de 30 piezas diferentes y originales, todas –ahora sí- prácticamente idénticas.
La fórmula resultaba irrepetible, no tanto por el coste –que también– sino por el tiempo necesario para elaborar las piezas, así que desde la sexta edición, a partir de una de esas figuras originales que reservamos, reproducimos en un taller ubicado en algún lugar secreto de la antigua Alemania del Este, el número exacto de halcones que se entregarán ese año.Poco después me desvinculé de la Turia como colaborador fijo para hacerme pasar por guionista de TV durante casi dos décadas; pero cada año, cuando empezaba el verano, Vicente Vergara me llamaba para que pusiera en marcha la máquina y yo así lo hacía. Y así lo sigo haciendo.
Así, durante 29 años han pasado por mis manos todos y cada uno de los trofeos que Cartelera Turia ha ido entregando edición tras edición. Este estrafalario, estrambótico y nefasto 2020, y después de casi tres décadas de fabricar y manipular trofeos, uno de esos halcones es mío y no sé describir la sensación que ello me produce