Concluye la exitosa serie de Netflix en torno al cantante Luis Miguel. Vaya por delante que el personaje me seduce, sobre todo por su infancia, y sus paralelismos con la de Michael Jackson (padre ambicioso con carrera frustrada que explota sin escrúpulos a su hijo). Y me ha parecido valiente que, habiendo supervisado el guion de la serie, Luis Miguel haya permitido mostrar su turbulenta vida sin esconder sus problemas con el alcohol, sus ataques de ira y soberbia, sus tormentosas relaciones familiares y su escaso acierto para rodearse de gente honrada. Seguramente, una catarsis necesaria para retomar su carrera.
El final de “Luis Miguel- La Serie” apunta a las dificultades económicas del cantante como motivo para idear este proyecto. Sus adicciones y su inhibición en la desastrosa gestión económica de su carrera, sumado al abandono de los escenarios tras una severa enfermedad auditiva, le abocaron a una ruina total cuya única salida fue echar mano de amigos influyentes que le sacaran de los infiernos.
Así, Carlos Slim (hijo del magnate de las telecomunicaciones), el productor Miguel Ángel Magnani (nieto del expresidente Valdés, y cuya empresa Gato Grande ha coproducido la serie) y Carlos Bremer (empresario impulsor de deportistas y emprendedores) convencieron al cantante para que desnudara su hermética vida en una serie de televisión que emitiría Netflix para Latinoamérica y España, y Telemundo para USA. Buenos amigos, y de los que ven un dólar tras un muro.
Al mismo tiempo, crearon un fideicomiso que se encargaría de ir liquidando las deudas del cantante con los beneficios que le reportara la serie. Los cinco millones de dólares que se embolsó por la primera temporada, fueron a parar directamente a otra gran estrella mexicana: Alejandro Fernández. Ambos habían planeado una gran gira conjunta en la que Luis Miguel cantaría rancheras y Alejandro boleros. La metedura de pata del padre de Alejandro, el mítico Vicente Fernández, dudando públicamente de la capacidad de Luis Miguel para cantar rancheras, provocó las iras de éste, y, aduciendo estar enfermo, el iracundo intérprete canceló el proyecto. Alejandro Fernández había adelantado varios millones de dólares que tuvo que reclamar judicialmente, y esa fue la primera de las deudas que saldó la serie.
Las siguientes temporadas multiplicarían los beneficios: Netflix sumó más de un millón de suscriptores solo en México por esta serie, así que las finanzas del cantante, conocido en su país como “El Sol”, deben brillar saneadas. Todos ganan, Luis Miguel, sus amigos, las plataformas televisivas, Spotify… Todos menos la familia española de Luis Miguel, que no ha rascado bola. Qué raro, con lo buenos que eran vendiendo las miserias de su sobrino… Claro, que ahora ya no está Tómbola para contratarlos.