Además de una secuela de Mamma mia! (2008), de Phillyda Lloyd, estamos, sobre todo, ante una precuela de dicha película. A partir de un guión bien elaborado, cuyas piezas van encajando poco a poco, la historia arranca en el año 1979, cuando la protagonista, Donna, tras finalizar los estudios universitarios, decide iniciar una aventura personal. Viaja a una pequeña isla griega y acaba instalándose allí. La joven actriz Lily James, con una excelente voz, aporta frescura a toda esta parte que, con un montaje continuo en paralelo nos va conectando con el presente. Es un punto a favor de la película. Uno de sus inconvenientes es que, una vez utilizadas las composiciones más populares y pegadizas del grupo ABBA en la primera entrega, las nuevas que acompañan a esta historia resultan bastante desconocidas. Por ello el recurso a repetir algunas, precisamente los momentos más brillantes del film de Ol Parker.
Debo admitir cierto nudo en la garganta, de emoción, en la escena del reencuentro entre los habitantes de la isla y “los otros dos padres de ella”, de la hija de Donna (Amanda Seyfrield). Ahora se insiste en momentos más sentimentales, como la “aparición” de Meryl Streep. Por otra parte, a mi entender la película incide en una doble vertiente sobre el tema del paso del tiempo: la asistencia a los primeros pasos de Donna en la isla, sus amores y su embarazo que decide llevar adelante en solitario, por una parte, y por otra, que han pasado ¡ya! diez años desde la primera versión y los intérpretes están un poco más mayores, naturalmente, como todos nosotros, excepto una Cher (72 años) para la que no pasa el tiempo. Cuestión de cirugía.
El film de Phillyda Lloyd generaba alegría y optimismo. Todo era contagioso. Ahora, en la continuación de Ol Parker, la sensación no es tan plena, pero hay que reconocer que contiene buenos momentos. Además, Pierce Brosnan no intenta cantar: solamente esboza una estrofita.