MANUEL VICENT:Un día escribí: la Cartelera Turia es la última bandera que resta todavía de aquella forma republicana de vivir, de gozar, de discutir y de blasfemar. Me reafirmo en lo que dije. Esta revista está conducida por una tropa de alegres ciudadanos anarco-eróticos, anticlericales y radicales-libres, que estrella cada semana su frente contra el pensamiento correcto, la moral ordenancista y la basura burocrática. Es mucho más que una cartelera de cines, teatros y restaurantes valencianos. En su redacción está prohibido ser dispéptico, estreñido, llevar paraguas negro y la barba por dentro. En ella alienta todavía la pólvora de la traca y se respira el aire feliz del 14 de abril. El lector oirá el taconeo de la Niña Bonita a poco que pegue la oreja en cualquiera de sus páginas como hacían los indios en el suelo de la pradera. Todos los años, cuando el calor de julio saca el alcanfor de las alcantarillas de la ciudad, la Turia celebra una fiesta bajo las estrellas y reparte unos premios a la gente de la cultura que se haya portado bien, según sus gustos. No hay forma de que se equivoque nunca. Este año se conmemora el 55 aniversario de su creación y por mi parte puedo asegurar que algunos momentos felices de mi vida van unidos al contactos de los amigos que la fundaron y a los periodistas que han aguantado todos los embates de la crisis y del desánimo. La Cartelera Turia es uno de los casos en que se rompe el principio de Arquímedes. Pesa más de lo que desaloja. Esta revista resume todo el espíritu valenciano: esa sensación tan mediterránea de que cualquier placer basta con desearlo para merecerlo; la espontaneidad de los sentidos y la inmediatez del pensamiento siempre en la cuerda floja entre lo exquisito y lo ordinario; el exabrupto brutal compartido con vuelo de abeja del stradivarius; la escatología a medias con el viento en las velas de Ausias March. Feliz aniversario.