Muchas son las adaptaciones de la mítica novela de Louisa May Alcott (Little Women), y sin embargo, hasta ahora, todas muy similares y fieles al relato original. Era cuestión de tiempo que una cineasta como Greta Gerwig -icono del cine independiente made in USA- agarrara el testigo y le diera una vuelta de tuerca a la novela de 1868 que ha enganchado a diferentes generaciones de jóvenes lectores, y habrá inspirado a más de una escritora actual.
Gerwig confía de nuevo en la talentosa Saoirse Ronan, protagonista de su opera prima, Lady Bird, para encarnar al personaje más popular entre las cuatro hermanas, la independiente y testaruda Jo March. La joven actriz porta con orgullo tal protagonismo en esta renovada versión de Mujercitas, que rompe muchos esquemas y en la que su directora se toma (demasiadas) licencias. Empezando por la estructura, rompe con lo lineal y “moderniza” la película a base de continuos flashbacks entre el inicio y el final de la historia. Esto puede parecer muy valiente pero este formato resta emoción y resulta más bien apariencia de un trasfondo convencional que acaba cayendo en los mismos estándares cinematográficos, pero ahora del siglo XXI.
Las Mujercitas de Gerwig comienza con una secuencia en la que Jo intenta vender un relato a un editor, no sin esfuerzo, para que comprobemos que los problemas de la libertad de creación artística son los mismos ahora que dos siglos atrás. Sin embargo, es ya un declaración de intenciones por parte de su directora, avisándonos que no vamos a ver a las hermanísimas de siempre. En otras versiones y también en la novela, ocurre que Jo acapara casi todo el protagonismo, entre otras cosas, por su fuerte personalidad, pero aquí la realizadora -quizá en un acto de sororidad- reparte el pastel entre el resto de personajes, especialmente el de la pequeña y caprichosa Amy, aquí imagino conscientemente la antagonista de la cinta y potencial “enemiga” de su hermana Jo. Las cuatro jóvenes de Massachusetts tampoco se comportan como en sus anteriores versiones; si bien la base es la misma, aquí se muestran unas mujeres más conscientes de su realidad y más maduras, pero con más contradicciones y cierta picardía. Amy -estupenda Florence Pugh- ya no es tan egoísta, Meg es un poco más humana y Jo ya no se comporta como una marimacho por ser la más inteligente y sensata de todas. Beth aporta lo mismo de siempre, y su muerte pasa en vano en esta nueva versión millenial, donde son claras las intenciones por acercarse a ese público joven seguidor del nuevo feminismo y quizá no tanto de la novela de May Alcott (quien por cierto, descarga su alter ego en la propia Jo, y lo mismo ocurre con la novela de ésta en la propia película. ¿Habrá aquí algo de Greta?).
Por otro lado, tanto flashback constante a lo largo del film causará más de un desconcierto en la trama precisamente en esa generación que desconoce la historia original, pues hay que ser lector de Mujercitas para lograr encajar todas las pieza desordenadas de este puzzle clasicista que Gerwig propone. También descoloca de alguna forma su característico casting, pues se aleja demasiado de los rostros originales a los que estamos acostumbrados, y en ocasiones parece que ni las propias actrices se encuentran cómodas embutidas entre tantas enaguas. Todo esto, con vistas a actualizar un relato que no lo necesitaba, pues en sí mismo ya era un alegato feminista moderno y adelantado a su tiempo. Ahora parece que sea necesario acentuarlo con discursos reivindicativos para que los espectadores más despistados pillen el mensaje -Amy y Jo protagonizan dos de estos momentos verborreicos, para que veamos la situación de la mujer en aquella época, la cual comprendimos ya desde su primera versión-.
Fuera o no imprescindible esta libre adaptación de Mujercitas, que no será seguramente la favorita de los fans de la novela -mejor o peor, los clásicos son siempre los clásicos-, finalmente deja un buen sabor de boca, ofrece lo que promete desde un principio y deja claro un mensaje de empoderamiento, de hermandad y amor incondicional, y sobre la importancia de perseguir los sueños y no dejarse llevar por la corriente. Y lo hace -con cierta autocomplacencia- un relato en el cual las mujeres, al final, o se casan o se mueren. Lo mismo le ocurre a Jo con su primera novela. Pero nos encanta, porque todas tenemos