FUNERARIA LA SOLEDAD: Últimamente es como una macabra coincidencia. El Uccellacci y nuestra Necro se estrechan la mano como en un acuerdo fatídico entre sus protagonistas. Se retuerce en las llamas del tanatorio el cuerpo bobo de Rajoy mientras a la mesa de autopsias nos acaba de llegar el cadáver de la presidenta de la Comunidad de Madrid. El escándalo del máster que nunca fue verdad, destapado por eldiario.es y ensanchado a todos los puntos del planeta, dejó a Cifuentes con el orgullo apuñalado por una evidencia cruelísima: la responsable del PP madrileño mentía más que su jefe de filas y en su altivez delante de la prensa llevaba su propio sufrimiento. El cuerpo de la muerta apareció en nuestra funeraria sin necesidad de apaños. Limpio. Cerúleo. Ninguna señal de violencia de la cabeza a los pies. Hasta nuestro forense particular -más simpático que el de la serie Montalbano- se quedó sorprendido. Normalmente nos llegan cuerpos casi troceados por sus asesinos, incluso con el rictus demasiado beatífico si el crimen fue perpetrado a lo Agatha Christie, con unas gotas de cianuro en la copa de vino tinto durante la fiesta burguesa en los jardines de la casa señorial. Pero en esta ocasión todo era normal, absolutamente normal. Ningún síntoma de violencia, como decimos en este informe. La verdad es que tampoco hacían falta las células grises de Poirot ni el alma escéptica de Philip Marlowe para concluir en el veredicto más certero: a Cristina Cifuentes la mataron sus mentiras. Mira que estamos acostumbrados a que tanta gentuza mienta más que respira. Pero nuestro fiambre de hoy podría alcanzar sin ninguna duda la medalla de oro en las Olimpiadas del Embuste. La falsa alumna de la Universidad Juan Carlos I se atragantó en la última comparecencia para seguir haciéndonos tragar sus mentiras. Una aclaración imprescindible en este punto: las firmas en el parte de defunción son nuestras y cualquier grafólogo profesional puede atestiguar que no son falsas.