Cartelera Turia

ORINOCO, DE EMILIO CARBALLIDO.- La Máquina. Dos vedettes a la deriva o hay un negro en la bodega

NEL DIAGO: Emilio Carballido fue unos de los más destacados dramaturgos mexicanos de la denominada Generación del 50. De él tuvimos ocasión de ver en Valencia otra excelente comedia de dos personajes femeninos: Rosa de dos aromas, producida por Teatres de la Generalitat en 1999, con dirección de Juli Leal e interpretación de Consol Soler y la siempre recordada Carmen Belloch. Orinoco, la obra que aquí nos ocupa, ha conocido en España varios acercamientos, el más antiguo, quizá, el que encarnaron en 1993 María Luisa Merlo y Gemma Cuervo, al que seguiría en 2007 Estrellas del Orinoco, con Antonia Bueno y María Miguel, bajo la batuta de Jorge Cassino, y, posteriormente, en 2010 Las reinas del Orinoco, de Alquibia Teatro, que tuvo muy buena acogida. En todos los casos, con mínimas variantes, los montajes nos contaban las desventuras de dos artistas de variedades con poco lustre artístico, pero con una gran humanidad, insólitas vivencias y sueños inaccesibles, que se ven de súbito a la deriva en un desvencijado barco en medio del río Orinoco (metáfora bastante explícita de su propia existencia). El montaje que ha realizado Rafa Cruz para su compañía, La Máquina, procura fusionar dos universos que le son próximos por su biografía: Valencia y Venezuela, de tal modo que las dos artistas que pasan apuros, miedos, añoranzas y vanas esperanzas a bordo de ese desvencijado barco son de distinta edad y de diferente procedencia, una, la más joven y dinámica, Gretel Stuyck, es valenciana (España); la segunda, la de más edad, más calma y con mayor experiencia, Diana Volpe, también podría ser valenciana, pero de la Valencia del país sudamericano; en todo caso, venezolana es y lo deja palpable en el desarrollo de la acción, con el lenguaje, el tono o las canciones que entona, como hace otro tanto Stuyck en su interpretación. A destacar la escenografía de María y Toni Zafra, con esos tres niveles o alturas, que engrandecen el espacio, si bien parte del decorado, el interior del barco, visible por una amplia ventana, apenas se usa, derivando parte de las acciones a la parte trasera del barco que el espectador no ve. Señalo esto porque entiendo que el montaje se mostró cuando todavía estaba por pulir en algunos aspectos, que necesitaba más ensayos para lograr la excelencia, pero no dudo que con el pase de algunas funciones se conseguirá vencer cualquier desajuste.

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