Esta película es especial. Es algo más que una fiesta. Algo más que un experimento. Es un viaje. Un viaje personal, interno y externo. Un viaje de Thomas Vinterberg para con el mundo. Cuatro días antes del comienzo del rodaje de Otra ronda, Ida, la hija del director, falleció en un trágico accidente de coche. Él decidió seguir hacia delante y dedicarle esta obra; haciendo, de nuevo, una Celebración. La premisa es sencilla, cuatro profesores de un instituto en Dinamarca deciden experimentar con el alcohol, y hacer caso a la teoría de Finn Skårderud, un psiquiatra noruego que afirma que el comportamiento idóneo y natural del ser humano se rige con un 0´05% de tasa de alcohol en sangre. Así pues, y al más puro estilo Dogma95, los cuatro protagonistas imponen ciertas reglas para afrontar esa temida crisis de los 40 con una petaca en la mano: nada de beber a partir de las 20:00, no superar el 0,05% y, sobre todo, disfrutar.
La comparativa es clara, de un lado tenemos la rutinaria y estancada carrera de unos profesores que ven cómo su juventud se aleja más y más, y cómo sus vidas se parecen muy poco a lo que ellos querían. Del otro, una marabunta de jóvenes con una energía y unas ganas de vivir absolutamente imparables, que disfrutan del alcohol y las fiestas, antes de adentrarse en la grisácea vida adulta. A partir de aquí, el guion avanza sin antagonista, como en una película de Berlanga. Viendo el efecto de esta sustancia en las vidas profesionales e íntimas de estos cuatro protagonistas.
Los personajes tampoco tienen un objetivo claro, únicamente averiguar cuál es su límite y cómo afecta todo este experimento en sus vidas. Puro empirismo. Pero da igual, la película no va de eso. No se puede buscar un guion de estructura clásica en una película que habla sobre la vida y sobre superar etapas. Porque la vida no tiene guion. Mads Mikkelsen está brillante, como siempre. Viajando en un personaje anclado al claroscuro, que varía su estilo a uno más renacentista. Rompiéndose en momentos más íntimos y brillando con luz propia en los más jolgóricos. La luz, operada por Sturla Brandth Grøvlen, también cambia para remarcar las diferencias. Desde un estilo más cálido y apagado, con un contraste mucho más alto, a un uso de luz natural muy cargado dónde ante todo destacan los flares y los brillos.
En definitiva, una muy buena opción para estas semanas de cartelera previas a los premios Óscar. Esta película, candidata a mejor película extranjera, es la favorita a llevarse la estatuilla, cerrando así un caminata por los festivales repleta de premios. Homenajeando, de una forma eterna, la memoria de su hija, y el cine.