Espías con disfraz, de Troy Quane, Nick Bruno
Ian Fleming creó un personaje que ha logrado salirse de sus propias obras literarias, colándose en la cabeza de los espectadores y dejando allí una huella perpetua. Dio un salto al cine en 1962, de la mano de Terence Young, con Sean Connery como protagonista. Y desde ahí las películas, las referencias y las influencias son infinitas y parecen inagotables. Bond, James Bond.
Espías con disfraz es una película de animación producida por el estudio Blue Sky, siendo la adaptación de Pigeon: Impossible, un cortometraje del año 2009. En este caso, el agente Lance Sterling (Will Smith) tendrá que salvar al mundo haciendo uso de los inventos creados por Walter Beckket (Tom Holland), un joven científico que se ve rechazado por sus colegas al negarse a producir armas que puedan matar a los terroristas.
Desde esta premisa, entramos en un filme con un montaje y un ritmo muy bien llevados. Partiendo de una presentación de personajes interesante, donde podemos ver los inicios del joven Walter y, tras una elipsis de 14 años, al solitario espía Sterling en acción. En esta misión también se nos presenta al villano de la película, Killian. Un malvado terrorista con una mano biónica, que quiere comprar un dron robado al Departamento de Defensa.
Nuestro querido espía no podrá evitar dicha compra, lo que le llevará a ser acusado de traición por su propio gobierno. Lance le pedirá ayuda a Walter y este le convertirá en una paloma para, según él, permitirle así poder camuflarse en cualquier sitio. Este giro de los acontecimientos es el que le da originalidad a la película. Dándole unos toques de humor fantásticos que logran llegar a todo el público, desde los más pequeños (que en estas fechas inundan las salas) hasta los más mayores (que en estas fechas acompañan a los más pequeños)
El uso de la música es también destacable, cierto es que queda un poco lejos de la maravillosa Spiderman: Un nuevo universo pero aún así, la elección de canciones es notable. También añadiremos a favor de este filme, una estructura inicial de guión muy funcional. Es cierto que en ningún momento se arriesga, pero consigue generar esa tensión necesaria para este tipo de filmes. Y digo “estructura inicial” porque hay que hablar también de las partes negativas de la película. En este caso, Espías con disfraz se tropieza casi al final.
Recordemos que la película nos presenta a Killian queriendo comprar un dron. Uno. Para así poder poner en práctica su malvado plan. Pues bien, resulta que esta especie de Capitán Garfio tenía 1000 drones como ese guardados en su guarida secreta. Haciéndole preguntarse a uno para qué quiere comprar otro más. Quizá los terroristas también juegan al amigo invisible en Navidad y este, desde luego, era un buen regalo para algún colega suyo.
Porque por ahí van un poco los tiros con el mensaje de Espías con disfraz. No con el amigo invisible, si no con el hecho de que todos y todas tenemos corazón (seamos malos o buenos) y que hay que saber comprender a los demás. Que los malos también quieren y que los buenos, a veces, son un poco malos. Y que las palomas son unos animales muy inteligentes. Eso también hay que saberlo.
Javier Berganza