PALOMA GANDÍA: Àlex Gutiérrez presenta “Per a tots els públics”, una obra centrada en la exhibición cinematográfica en València desde 1957 a 1975
Hubo un tiempo en que València contaba con más de 70 salas cinematográficas distribuidas por toda la ciudad. Un tiempo en el que los cines marcaban las pautas de ocio y consumo de los habitantes del “Cap i casal”. Una época en la que el séptimo arte mantenía una estrecha relación con el espacio urbano. Todo ello lo recoge Àlex Gutiérrez en el libro “Per a tots els públics. L’exhibició cinematográfica a València (1957-1975)”, un estudio pionero publicado por la Institució Alfons el Magnànim y el Centre Valencià d’Estudis i d’Investigació.
“El cine es una forma más de contar historias que la humanidad necesita”, resalta Àlex Gutiérrez durante la presentación del libro en el Teatre Rialto. La investigación habla de esa parte social del cine, en los espacios de exhibición y su desarrollo en el contexto histórico de la ciudad en dos décadas clave: desde la riada de 1957 hasta la muerte del dictador Franco en 1975.
Desde que en 1896 se proyectó la primera cinematografía en València, el cine se convirtió en un negocio en expansión, y ya en los años veinte la ciudad contaba con más de veinte salas de proyección, entre las que se hallaban cines emblemáticos como el Ideal, el Olympia, o el Tyris. En los treinta nacerían algunos como el Avenida, el Goya, o el Rialto. Desde entonces, ir al cine se convirtió en una práctica importante de ocio para los sectores populares. “Per a tots els públics” narra cómo el tardofranquismo, que dio por finalizado los períodos de autarquía, propició que un sector de la población emigrase del campo a la ciudad, que se urbanizaran las capitales de provincia y se reforzara una clase media urbana, hechos que implicaban el desarrollo de una sociedad de consumo incipiente. En este contexto, entre 1957 y 1975 València vivió una gran expansión urbana y llegaron a contarse más de setenta salas en activo, a las que se les añadían terrazas y cineclubs ocasionales. “Se habla de geografías de consumo cinematográfico”, apunta Marta García, profesora de la Universitat de València y codirectora de la tesis doctoral que ha propiciado la creación del libro. “En los años 60 y 70 el cine era la seña de identidad y casi la medida de las cosas”, recoge Pedro Uris, crítico de cine en la Cartelera Turia. No en vano la gente recuerda con facilidad en qué momento vio G r e a s e o S t a r W a r s , las salas marcaban las etapas de la vida en una época en la que era la principal fuente de ocio.
Además de hablar sobre los cines comerciales presentes en la ciudad, Gutiérrez centra una parte de la investigación en el fenómeno de los cineclubs, espacios donde se podían ver películas que la censura franquista prohibía exhibir en los comerciales. “Los cine-clubs eran espacios de politización o sociabilidad completamente ligados a los barrios”, añade Marta García. Aunque el régimen trataba de controlarlos, Gutiérrez cuenta que los estudiantes querían ver aquellos filmes que estaban prohibidos, como, por ejemplo, “El acorazado Potemkin”.
Esas necesidades de contestación que habían propiciado el auge de los cineclubs finalizaron en gran medida con la llegada de la Transición. Junto a otros factores como la expansión de la televisión, o la aparición de los multisala, cambió el modelo de ocio de la población, y, año tras año, las salas de cine se fueron reduciendo. En la actualidad, tan solo quedan diez.