Ni los más viejos del lugar conocieron una entrega de premios exprés como la celebrada en el claustro del Carme. La pandemia puso sus condiciones y ni por esas la gran familia TURIA renunció a su gala anual, esta vez otoñal. Cultura viva y en directo, bajo el cielo protector de octubre, que tuvo su apoteosis cuando nuestro director honorifico Vicente Vergara, levantó enérgico su mano izquierda con el halcón mitológico que premiaba su infatigable hacer con la cultura y la vanguardia en la ciudad del Turia. Y cuando el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, entregó el premio a Vicente los asistentes se levantaron de sus sillas y aplaudieron a rabiar. No solo se honraba a Vergara, se premiaba un símbolo de resistencia y compromiso ciudadano.
Y es que la noche había empezado bien, con las estrellas brillando en el rectángulo que permitía verlas del claustro gótico del viejo convento; escenario teatral, como de cuento, con la iluminación futurista de tono fresa inquietando las arcadas de piedra centenaria. Un medieval recinto para escenificar un set de modernidad. Esta vez las estrellas estaban también en el patio gótico. De la gastronomía, del cine, del pensamiento, de la sanidad pública, del audiovisual…Las recibía el director de la TURIA, Pau Vergara y el director del Centro de Cultura, José Luis Pérez Pont, a las puertas del edificio. Los premiados, radiantes, juntos y revueltos con lo más granado del mundo cultural y político librepensador de la ciudad. Pese a la inevitable reducción de aforo, la densidad intelectual y artística del recinto excedía con creces esas limitaciones. En una situación tan difícil resultó reconfortante ver la nutrida asistencia de hombres y mujeres que trabajan por hacer de esta ciudad algo nuevo y con futuro. El progresismo político: Vicent Marza, Gabriela Bravo, Sandra Gómez, Emiliano García, Manolo Mata… Escritores como Fernando Delgado, Rodolf Sirera, escritoras como Susana Fortes.
Justo Serna recibió el pajarraco negro bajo su gorra de terrateniente inglés y Fernando Lara tuvo una intervención emotiva, como las de Lucía Alemany, Ricard Camarena o Carmen Arrufat. Desde el premio a La Línea invisible hasta el del Colectivo Ovidi Montllor, todos los galardonados tuvieron la oportunidad de envolverse en la magia del cine. Bajo la batuta de los animadores del evento, Arturo Blay y Amalia Garrigós, se abrió boca con la tradicional y legendaria secuencia de la película de Huston, estrenada, mira que casualidad, un mes de octubre, pero de 1941.
La voz aguardentosa de Bogart anunció el inicio de un acto que forma ya parte de la educación sentimental y democrática ciudadana. La cosa no defraudó. Y fue el responsable de la cultura del Estado, el ministro Rodríguez Uribes quien resaltó una vez más la cartelera TURIA como un referente indispensable de la cultura no solo de Valencia sino del Estado entero. No hubo resopón, pero al finalizar la gala, que se superó a sí misma en rapidez y eficacia, le quedaba al público la alegría, más bien el milagro de una botella El Miracle O1, de vino Cabernet Sauvignon, de 2018, un detalle del premiado Vicente Gandía. Y como en la cinta del gran Bogdanovich, todos rieron.