Dentro de unas semanas se cumplirá el 40 aniversario del golpe de estado del 23F. El 27 de octubre de 2022 hará un siglo de la ‘marcha sobre Roma’ de las legiones fascistas de Mussolini. El día de Reyes las huestes de Trump asaltaron el Capitolio, sede de la soberanía popular en EEUU. ¿Hay algún parecido entre estos acontecimientos? Los tres hechos intentaron reconducir una situación política que no agradaba a sus protagonistas. Los tres fueron la punta del iceberg de un golpe de estado para imponer por la fuerza los deseos de la élite más reaccionaria. Los tres usaron la fuerza (incluida la movilización de masas) para consolidar el dominio de los privilegiados. La rebelión de los ricos. Pero hay diferencias. Además del tiempo transcurrido, no concurrieron las mismas circunstancias históricas. El asalto al Capitolio fue la guinda con la que Trump cerró su autoritario mandato. Fue el resultado de años de actos, arengas y descalificaciones para deslegitimar el sistema democrático que lo encumbró. ¿Sólo eso? Claro que no.
No había nada anecdótico ni imprevisible en que Trump, llevado por su megalomanía y sus intereses, intentara perpetuarse en el poder. Como no lo hubo en su elección por el Partido Republicano. Trump es populista, histriónico, hijo de papá, multimillonario, showman durante 12 temporadas de The Apprentice, programa de la cadena NBC a su medida, en el que se interpretaba a sí mismo, y que le sirvió para reflotar sus negocios. Gracias a ese capital y a la reforma de Bush Jr., pudo presentarse a las primarias republicanas sin el apoyo del aparato de su partido. Así labró su imagen de outsider, de antisistema contra el establishment. Miembro del clan de especuladores amamantado por el capitalismo, Trump tejió con tuits y donaciones su red de apoyos incondicionales, entregados creyentes de sus fake news, retuiteadores acríticos, milenaristas creyentes en la próxima invasión marciana, supremacistas blancos temerosos del fin de su mundo. Sólo necesitó adobar su discurso de odio con cantos de sirena a las víctimas de la globalización para tener la fórmula del éxito. Trump es Trump y Steve Banon su profeta. Aquí tienen hooligans.
Admitido como ‘elefante’ del Partido Republicano, amplió su electorado integrando a la extrema derecha. Eso explica su incremento de votantes. La Covid-19 le pilló en otra onda. Y sumó negacionistas y antivacunas a su nómina de frikis y evangelistas, neofascistas y desencantados. Una de las imágenes más icónicas del asalto al Capitolio fue la de Jake Angeli -‘QAnon Shaman’, líder de la secta ‘Q’- ataviado como Yellowstone Wolf, con pieles y cornamenta. Trump es el ‘Q+’ de esa secta. ¿Era Trump el elefante blanco que esperaban en el Capitolio? Poco antes del asalto, Trump incitó a sus fieles a invadir a lo bárbaro el Capitolio. Había que romper las urnas del penúltimo acto del proceso electoral. La minoría supremacista blanca no podía perder la oportunidad que le brindaba el aún presidente de consolidar su revolución reaccionaria. Pero hay más. EEUU ha perdido la hegemonía ante una China imparable, hasta en el campo tecnológico más avanzado. La lógica capitalista y la globalización neoliberal han deslocalizado millones de empresas, llevando a la ruina y al paro a amplias capas de la población. La desigualdad aumenta, y con ella el descontento.
“Insurrection”, así calificó Joe Biden lo ocurrido en Washington el 6 de enero. Insurrección, rebelión, golpe de estado son grados de un mismo acto: romper las reglas del juego democrático. Sólo la enmienda 25 o un nuevo impeachment pueden sacar a Trump – Hitler made in USA- de la carrera política. Zuckerberg lo ha expulsado de sus redes sociales (Facebook y Twitter) por incitar al odio. ¿Ahora? ¿No debería haberlo hecho un juez?, se pregunta Borja Adsuara, autor de Libertad de expresión y discurso del odio en Twitter.
FILOMENA
Apenas comenzado 2021, en medio de la pandemia y del asalto al Capitolio, nos llegó la anunciada tormenta perfecta. A pesar de la acertada previsión meteorológica, la previsión técnica brilló por su ausencia. La combinación de la borrasca Filomena y una bolsa de aire polar provocó un temporal de frio y nieve en la península sin precedentes desde hacía medio siglo. Más del 10% de las infraestructuras viarias (incluido el ferrocarril) quedó fuera de juego. El eje mediterráneo fue el cordón umbilical con el continente.
Fenómenos extremos como Filomena cada vez son más frecuentes. Muestra de la crisis climática. La peor de las muchas que arrastramos. Todas confluyen y se potencian en ese magma de miedo, injusticia, malestar y rabia en el que medran quienes asaltan el poder para mantener sus privilegios. ¡Atentos!