Pocas fábulas han tenido tanto éxito como la de la rana que ayuda al escorpión a atravesar el río. Desde que el bipartidismo saltó hecho añicos tras la irrupción de Podemos, este relato digno de Esopo no ha parado de circular cambiando de protagonistas. La última vez fue en la moción de censura neofranquista contra Sánchez y Casado, o era al revés. Del bipartidismo hemos pasado a las bicoaliciones. PSOE y PP ya no bailan solos, necesitan socios para gobernar, para sumar mayorías. La pluralidad del país no cabe en dos únicos partidos. Bienvenidas las coaliciones. En eso el País Valenciano estuvo en la vanguardia. Aquí hace tiempo que el bipartidismo no resuelve nada. Primero con Compromís en el gobierno, ahora también con Podemos, Ximo Puig preside el Consell de la Generalitat desde 2015, aunque su partido, el PSPV, no tiene la mayoría. Pero hay antecedentes. En el lejano 1991, el PP necesitó la muleta de Unión Valenciana para que Rita fuera alcaldesa y en 1995 Zaplana usó el mismo báculo para ser Molt Honorable. Pero UV, como el neofranquismo, era un forúnculo del PP, carne de su carne. El PP no tardó en comerse a UV a base de cargos y talonario. Sueña Casado con hacer lo mismo con los hijos descarriados de la FAES. ¿Volverán al redil los Gil Lázaro y demás nostálgica troupe? “¡Hasta aquí hemos llegado!”, dijo la rana. “¡Te vomitaré de mi boca!”, le respondió el alacrán, sin atreverse a aguijonear a su anfitriona. Pues eso.
PRUEBA DEL ALGODÓN
Finalmente, la rana se sacudió a su ingrato huésped. En la moción de censura, Casado se revistió de derecha europea y desmontó el argumentario de su aún socio. ¿Cuánto durará el divorcio? Lo justo. El líder del neofascismo hispano salió de su moción con el rabo entre las piernas, pero sabe bien que tiene al PP cogido por los escaños, en Madrid, Andalucía, Murcia y Alicante… ¡Sí!, en Alicante. El neofascismo es la muleta que necesitan PP y C’s para tocar poder. Es la comparsa, camino de ser ‘cumparsita’: “si supieras que aún dentro de mi alma/ conservo aquel cariño que tuve para ti …”, cantaba Gardel.
“Vienen tiempos duros”, dijo Merkel en uno de esos arrebatos de sinceridad que nos hacen añorar una derecha como la germana. La prueba del algodón para la pulsión antifascista del PP no ha tardado. Le toca retratarse ante la declaración del Estado de Alarma. Parece que es la fórmula constitucional más rápida para dar cobertura legal a las medidas de los gobiernos autonómicos. Incluso para el toque de queda, eufemísticamente rebautizado como “restricción a la movilidad nocturna”. Funcionó con la primera ola de la pandemia, hasta que la derecha y los soberanistas dejaron de apoyarla en el Congreso. Ahora vuelve.
También esperan los Presupuestos Generales. Ya va siendo hora de que los de Montoro dejen de reinar entre nosotros. Y el Plan de Reconstrucción. En una situación de emergencia como la que vivimos, ambos temas deberían de estar relacionados. Uno complementando al otro. El lunes 26, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, nos recordó la importancia de presentar proyectos sólidos para poder recibir las ayudas europeas. Sabemos que hay condiciones: reforzar los servicios públicos, luchar contra el cambio climático, preparar la transformación tecnológica, entre otros.
Pero el PP sigue a lo suyo y ya está repartiendo las ayudas entre sus amigos. La chulapa de Madrid ha comprometido 50 millones de € para que 14 empresas hagan un nuevo hospital en Valdebebas. ¿Y el de IFEMA? ¿De dónde saldrá el personal? Ante la incredulidad de la periodista que la entrevistaba, Ayuso dijo que “esas preguntas no se le hacían a una presidenta autonómica”. Entonces, ¿a quién hay que hacérselas?
HOSPITALES
El 15 de abril de 2021 termina la concesión del Hospital público a Torrevieja Salud, rama de Ribera Salud, empresa que hizo su taking off, despegó, con el PP valenciano y ahora medra bajo la capa castiza del gobierno madrileño. La Generalitat quiere que, a partir del 15 de abril, el hospital de Torrevieja sea 100% público. Desde que el Consell lo anunció, no hay día que Bonig & Cantó, no alaben las bondades de la gestión privada. No es momento en medio de la pandemia, dicen. Para PP & C’s nunca es buena ocasión para reforzar lo público. Ocultan que revertir una concesión caducada sale más caro a la hacienda pública. ¿Transferir recursos públicos al negocio privado, sin hacer falta, es colaboración público-privada? No creo.