Funeraria La Soledad
Se ha muerto la pareja italiana de Jiménez Losantos. Ojo: hablamos de pareja ideológica y de una semejanza absoluta en sus biografías políticas. Los dos anduvieron flirteando en su juventud con movimientos de izquierdas. Luego sus destinos se torcieron y decidieron apostar por los postulados más ultraderechistas del mundo mundial. Pero mientras Losantos ha llegado sólo a controlar un insignificante horario radiofónico y las cuatro chaladuras de un digital, Matteo Salvini había alcanzado casi la máxima cota de la política italiana: el jefe de lo que fue la Liga Norte había sido catapultado, nada menos, que a los altísimos cargos de vicepresidente de un gobierno a medias con los impresentables chiripitifláuticos de Beppe Grillo y de ministro del Interior en ese mismo gobierno. Su máximo esplendor de fascista en ejercicio lo acababa de manifestar abandonando en el mar el buque Aquarius con más de seiscientos inmigrantes a bordo, con la persecución de los gitanos y negándole la protección al amenazado por la mafia y escritor Roberto Saviano. Las imágenes de Hitler y Mussolini llenaban sus sueños de exterminio, y lo peor de todo es que esos sueños tienen en Italia y el mundo cada vez más idénticos soñadores, unos soñadores que se escudan en el miedo a lo diferente para cerrar sus casas con la ristra de ajos y la cruz como en las películas de Drácula. La estrategia de la tensión eficazmente diseñada por Salvini los benefició a él y a su partido, pero, digan lo que digan algunos, no hay mal que cien años dure y tampoco bien que tenga la misma duración. Con su propia medicina en sus soflamas patrióticas, encontró su horrible final el facha italiano. Su cuerpo, con múltiples amputaciones y despojos de carne cruda, apareció flotando en las aguas sicilianas de Porto di Pozzallo. Quiénes lo lanzaron allí, aún se desconoce. Lo que se sabe seguro es que fueron las pirañas las que lo dejaron más irreconocible que al pobrecito Ecce Homo de Borja su entusiasta y desenfadada restauración.