PAU VERGARA: Tenemos un muerto en la redacción de la Turia. Es difícil de creer para el común de los mortales, pero es cierto. En una de nuestras polvorientas estanterías, acompañando una legión de premios, trofeos, màquinas y una infinita hemeroteca están acomodadas en un lugar privilegiado las ceninzas del que fue uno de los mejores escritores, guionistas, escritor de relatos cortos en los años 80 y buena parte de los 90, Raúl Nuñez. El día que se fue Raúl, el periodista Adolf Beltrán escribía en El País: “Ha dejado de oír el aullido del mundo, con el que dio título a la sección que mantenía en la cartelera Turia, de Valencia, la publicación en que comenzó a colaborar en 1990 y que ha sido su último refugio para la escritura. Raúl Núñez, el autor de novelas urbanas como Sinatra (1984) o La rubia del bar (1986), murió en Valencia el pasado martes y hoy, a las 11.00, será incinerado en el crematorio del cementerio general.” Lo cierto es que fue incinerado, y la Turia y algún colaborador más se encargó de pagar el crematorio. Sus cenizas fueron depositadas en una urna a la espera de que algún familiar las reclamara, pero Raúl murió sólo, sin nada, ni nadie. Nacido en Buenos Aires en 1946, se instaló en Barcelona en 1971, donde vivió hasta 1988 y en cuyas calles ambientó las ficciones de sus libros, recorridos por personajes de la dura vida del asfalto, las barras de bar. y las noches de alcohol. Nueve novelas (Derrama, whisky sobre tu amigo muerto, People, Sinatra, La rubia del bar o A solas con Betty Boop, son algunas de las más conocidas) y una antología de sus artículos en Turia son parte del bagaje que deja este hombre tocado por la manía de escribir para contar el mundo de la ciudad y poner al descubierto sus entrañas. Si algo nunca le faltó fueron los lectores y amigos. A partir de la semana que viene publicaremos aquellos relatos de la mítica sección El aullido del mudo.
Foto: García Poveda ( Raúl Nuñez y Abelardo Muñoz).