ABELARDO MUÑOZ: ¿Conoces alguna peluquería donde puedas montar en bicicleta y que, mientras te rasuran un lateral de la chola al estilo mohicano, te mire escéptico desde la pared Corto Maltés? Esa es la RZF 38, ubicada, como un mascarón de proa y sin llamar la atención, a las puertas del emergente barrio de Russafa; ahora desconocido desde que el viejo consistorio lo adecentara, tras siglos de olvido, con árboles que no dan sombra y aceras para terrazas, y se transformara en un parque temático de hipsters indígenas y foráneos.
De alguna forma, la peluquería de Patricio Verdejo, Patri para los amigos, es metáfora y concreción del actual enclave urbano y el espíritu artístico de sus gentes. Entras en el inmenso local, más bien una nave con aspecto de viejo almacén, ves los dos sillones de peluquero, frente a los espejos, las paredes de ladrillo vista, la mesa con libros y revistas, los carteles y el barroquismo de objetos que amueblan las esquinas y piensas que estás en un antro del Village de NYC, o en un distrito okupa de Berlín, sin ir tan lejos. Pero ni lo uno ni lo otro, es RZF 38, el maldito número de la calle. Al fondo hay un jardín tropical repleto de objetos curiosos, desde muñecos hasta un pin ball americano. Por unas escaleras de madera se accede a un desván en el que pacen tranquilas, apretadas como reses en una paridera, ¡190 bicicletas! Patri sonríe al mostrarlas. “Sí; las colecciono. Mi intención es hacer un calendario de bicis; una para cada día del año”. Con estas aficiones, Patri no parece un peluquero al uso; nada de tonterías, ni de pijos. Más bien, gente auténtica que se corta el pelo por quince pavos. Tampoco es un recién llegado. Lleva 21 años en el negocio, y nació en el 74; llamó a la sociedad que montó en su pueblo, el de Andrés Estellés, Burjastones, para que nadie se confundiera. Desde hace once años lleva trabajando en Russafa con su hermana Ana, que es licenciada en filosofía.Ha entrado un tipo con aspecto de chamarilero legal que pregunta si le interesa al peluquero una cocina de los años cincuenta que reposa medio muerta en medio de la nave. Patri le dice que se la lleve cuando pueda, y el tipo, que suda lo suyo porque va cargado como un buhonero con 35 grados en la calle, saluda y se va. Mientras repasa las patillas a un cliente un poco atónito, el peluquero me pone en antecedentes. “Cuando estaba en Burjassot pensaba que en Valencia lo haría mejor. Me apetecía ver negros, chinos, árabes, latinos, la mundanidad cosmopolita; era como ponerme un amplificador. Ahora, quiero volver. Lo cierto es que viajé a Canadá y a Inglaterra y acabé con una novia en Corea”.
Descubro una joya sobre la repisa del barbero, junto a tijeras y cepillos, se trata de las grabaciones de Chet Baker, las sesiones del fenomenal disco intitulado Lets get lost. Le digo que el fotógrafo Pablo Fuentes hizo una exposición sobre NYC con ese título y resulta que son amigos, peluquero y fotógrafo. Les une el amor al mundo, a los iconos pop, a NYC y al viaje. Gente que se mueve e inventa. Por no hablar de la música. La hay en el ambiente, pero no es la trompeta de Baker, sino Derribos Arias, remember para la distinguida clientela. RZF 38 es acrónimo que habla por sí mismo del negocio, situado justo al lado del legendario Cine Paz; aquella inmensa sala de estreno que fue cerrada, como muchas otras, cuando comenzaron a proliferar los multicines, sobre todo en centros comerciales.Patri continúa sin dejar de atender con esmero de la cabeza del chico que está sentado y tranquilo. A pocos metros hay una silla tradicional con forma de caballito de feria, de esas para engañar a los niños y que no lloren pensando en Sansón, como nos ha pasado a todos cuando éramos niños. Lo cierto es que en el local de este barbero del siglo XXI todo tiene un aire juvenil, fresco; esos cachivaches pop, sillas deco, rococó, futuristas, esculturas de alambre plateado, firmadas por Toni, que recuerdan a Brancusi; una heteróclita combinación de elementos, dadaísta y circense a un tiempo, que agita la imaginación. Como si el mismísimo Alfred Jarry hubiera dispuesto un escenario ruzafeño para que el Rey Ubu irrumpa y se ponga a bailar como una peonza.Cuando el cliente se levanta del sillón sin herrajes y remira satisfecho su nuevo tupé, Patri habla de Eugenio Arias, uno de sus intocables favoritos, que murió en 1995 y fue el hombre que le hizo la peluca a Carrillo. Antes había sido peluquero de Picasso y del dictador Trujillo, nada menos. El chico con el pelo nuevo paga y se va. “Aquí el cliente quiere pagarte poco, que lo hagas muy bien y que sea algo diferente. La verdad es que si me preguntas por el barrio, Russafa de noche es una cosa y de día otra. Por la mañana las señoras con zapatillas y permanente, por la noche, otros van de disfraz”. A Patri le gusta García Alix y el grupo Massive Atack; es un moderno definitivo, no lo puede evitar; su franqueza y gracejo seducen. Como todo barbero que se precie es hablador, y cuenta de una peluquería que ha descubierto en Lisboa, estupenda, y que de joven quería ser cinturón negro y tener un Jaguar. A la vista del diploma de kárate que tiene en la pared, consiguió algo de lo primero, ignoro de lo segundo aunque no se lo pregunto. También descubro una bandera japonesa y la maqueta de un barco. Entonces entran dos chicos, Tomás y Bárbara, que llevan en su coche cosas fantásticas y funcionan como una tele tienda. Le pregunto a su hermana Ana cómo llamaría a esa pulsión por acumular cosas extraordinarias, raras o curiosas. “Coleccionismo, ¿no te parece?”, contesta.Hay un libro de El Roto dedicado y la foto de una señora que nadie sabe quién es; pero es una foto interesante. Porque todos los objetos, gadgets e iconos que hay en la pelu de Patri y Eva hablan un lenguaje familiar; ofrecen una manera diferente de ver el mundo en el trascendental momento en que te están cortando el pelo. La barbería bazar de Patricio es pura Russafa new age.