CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA: No sé si se le puede pedir algo más a Sandra Monfort ahora mismo. Tiene formación, talento, carisma, versatilidad, osadía y una saludable ausencia de prejuicios. Está en la edad del despegue, aproximándose a los treinta y con solo dos discos en solitario, al margen de sus trabajos con Marala (el trío que integra junto a la catalana Selma Bruna y la mallorquina Clara Fiol). Y su apuesta por la música como modo de vida es inequívoca, en ese punto en el que o se queman todas las naves o uno/a dedica su empeño principal a otra cosa. Porque ganar unos cuantos premios Carles Santos es extraordinario, pero eso – lamentablemente – no da de comer. Yo hasta ahora solo había podido verla en directo en un par de ocasiones: en el festival Pops Marítims de 2021 y en los Jardines de Viveros en 2022, como telonera de Cat Power. Pero la presentación en el Palau de les Arts de ese excepcional segundo álbum que es La mona (2023), quizá lo mejor que se publicó el año pasado en la Comunitat Valenciana en el ámbito del pop y sus derivados, superó para mí cualquier expectativa. Era el marco idóneo y el momento perfecto, con un Teatre Martín i Soler a rebosar y unas condiciones de sonido adecuadas.
Con su hermana Amanda al violín y los coros y Jordi Ortolá a la percusión y sintetizadores, y cerrando la programación del ciclo Les Arts es Músiques Valencianes (por el que también pasaron Margarita Quebrada, Xenia, Santero y los Muchachos, Titana y Àlex Blat), la artista de Pedreguer dio un show a la altura de cualquier figura del ámbito estatal o foráneo, haciendo gala de una maleabilidad y una economización de recursos encomiables. Es difícil transmitir tantas cosas con tan pocos elementos. Fundiendo a su antojo el folk, el pop, el r’n’b, la bachata electrónica y hasta la copla (su tributo nada velado a Concha Piquer), y dando una clase magistral de poderío escénico, Sandra cautivó sin reservas al personal. Articulando un lenguaje propio que se nutre de tradición y modernidad. Consciente de su legado pero también de la necesidad de llevarlo unos cuantos pasos más allá. El suyo es un show sin fisuras, a la altura de su progresión. Ojalá se prodigue más.