“Qui em posarà una espelma quan tingui un exàmen? De qui fumarem d’amagat? Qui esperarà la meva boda? Qui resarà pare nostres perquè no ens passi res? Qui valorarà les meves camises floretjades? Qui patirà per mi? A qui li cantarem? A qui visitaré quan vulgui sentir-me a casa? Qui tornarà a reunir tota la familia? I qui em parlarà de la meva mare?”, se pregunta Carla Simón en Correspondencia, el cortometraje que la directora de Estiu 1993 realizó junto a la cineasta chilena Dominga Sotomayor (De jueves a domingo y Tarde para morir joven), presentado el pasado año en festivales como el de San Sebastián, la Seminci de Valladolid, Cinema Jove o en la última edición del Festival de Málaga, y que ahora puede verse online en la plataforma Mubi.
Correspondencia es una propuesta lúcida e interesante por muchos motivos. Ante todo, por la viveza emocional y la profundidad que alcanza el relato, por el modo como sus creadoras narran cinematográficamente sus propias historias y reflexiones. En la línea de una tradición iniciada por cineastas como Jonas Mekas, Chantal Akerman, Éric Rohmer o Víctor Erice, las directoras plantean una película de carácter documental en la que filman la relación epistolar que ambas mantuvieron durante un tiempo. A través de mecanismos propios de la narrativa cinematográfica y la literaria, mediante la correspondencia de las imágenes con los sonidos y las palabras, las directoras relatan fragmentos de sus vidas: los recuerdos, las personas, las relaciones afectivas, los pensamientos, las inquietudes, los objetos, los lugares y los acontecimientos que conforman sus historias íntimas y colectivas. Se propone así una inteligente reflexión acerca de la capacidad del medio fílmico para narrar la vida, del cine como medio para retener las imágenes que borra el tiempo y así poder regresar a ellas. Tiene, por ello, cierta condición lumièresca. El corto recuerda a una bella y primitiva concepción del cine: como observación y registro de todo cuanto conforma un mundo, la idea lumièresca de “lo extraordinario de lo ordinario”: se capturan los momentos, actos y gestos cotidianos que permiten contar a las cineastas quiénes son, cuestionarse acerca de ello, también acerca de quiénes podrían llegar a ser.
aSe trata de un modo filosófico de entender el cine. Simón y Sotomayor reconstruyen las imágenes de un tiempo, de sus realidades distintas: personales, familiares, generacionales, sociales, políticas. En una reveladora secuencia, Simón se sigue preguntando: “¿Es posible hacer cine y tener hijos? ¿Es posible seguir dedicando tantas horas a mi pasión y a la vez criar a un niño o a una niña?”. En su carta, Sotomayor le responde que le resulta extraño pensar en hijos ahora, la muerte y la violencia que envuelven su presente -la convulsa realidad chilena, las revueltas y la dictadura- no le permiten plantearse las posibilidades sobre las que le escribe Simón. El corto es, por ello, un sincero y sugestivo ejercicio de creación de un lugar de la memoria emocional. Desde la libertad creativa, las cineastas construyen un espacio narrativo para pensar acerca de esas realidades; a través de imaginarios y lenguajes distintos, crean una película que, a modo de confesión, se configura como un diálogo acerca de sus propios deseos, miedos, sueños, pesadillas, alegrías y tristezas secretas.
Como decía, Correspondencia es, ante todo, una lúcida y emotiva narración. Un documento fílmico que revela con elegancia la intimidad y la conciencia de sus creadoras, sus vínculos con su entorno, su educación sentimental, sus reflexiones acerca de distintos asuntos existenciales y generacionales: la memoria, la configuración de la identidad, el amor (y sus múltiples formas), la familia, la herencia, la vocación, la maternidad; sus visiones de la vida y del cine.