En salvaje compañía
Por Susana Fortes
Me acuerdo de las cerezas del vestido que lleva Marilyn Monroe jugando al paddleball en Vidas rebeldes, escribía el pintor Joe Brainard en un libro delicioso titulado, I remember, que años después el escritor George Perec homenajeó a la francesa en otro libro de la misma naturaleza titulado, Me acuerdo. Todos podríamos escribir nuestra propia versión de ese aroma del tiempo con el que se inventa el pasado y se recuerda el futuro. Es el mismo aroma también con el que se espera a alguien para cenar mientras va cambiando la luz, como hemos cambiado nosotros desde que la marca Nivea, de tarro redondo y color azul, con la crema fría y blanca, reinaba sobre los veranos, como escribe Manuel Vilas en Ordesa. Otro libro asilvestrado.
Recordar es tan fácil como hornear magdalenas. Lo difícil es controlar el punto de azúcar glass para sortear el paso del tiempo sin hacer trampas. Es un buen ejercicio de estilo no sólo para escritores, sino también para camareros enamorados, madres primerizas o veteranas de guerra, arqueólogos, reinas del mambo, jubilados y cualquiera que tenga planes de futuro o algo así. Por supuesto también para los lectores de la Turia que han visto de todo en esta vida, como el replicante de Blade Runner.
Yo recuerdo, por ejemplo, la calidad de seda fosforescente que tenía el mar en la oscuridad cuando nadábamos de noche antes de que los plásticos remplazaran a las lubinas salvajes. Me acuerdo de los helados del chiringuito de la playa y de un polo de Frigo de color azul turquesa con forma de tiburón que costaba 25 pesetas. Me acuerdo de cuando había que esperar a hacer la digestión antes de bañarse. Me acuerdo también de bailar hasta el amanecer en una verbena de pueblo. Me acuerdo de los novios de verano, de las risas contagiosas, de la emoción de creer que el mundo era nuestro.
Me acuerdo que en el verano de 1975 conocí a una chica de Valencia que me regaló el disco de Ovidi Montllor a L´Olympia. Se pasó una tarde traduciéndome las letras de las canciones en una libretita con un boli Bic de color verde. Me acuerdo de cuando mis padres eran jóvenes y guapos y escuchaban a Ella Fitzgerald. Me acuerdo del momento en que dejaron de interesarme los príncipes adolescentes y descubrí que los hombres realmente guapos me doblaban la edad, leían mucho, no hablaban demasiado y siempre estaban de paso. Me acuerdo de las bodas, de los nacimientos, de los divorcios, de comer moras silvestres. Me acuerdo de libros como hachas que rompen el mar de hielo que llevamos dentro. Me acuerdo que el horizonte era una lejanía que no entendía. Todavía ahora no la entiendo. Tampoco sé si los recuerdos son algo que tenemos o algo que hemos perdido. Pero no importa.
Supongo que los veranos son eso, un lugar por el que hemos pasado todos, en el que todo ha sucedido, y sin embargo, en el que todo está otra vez a punto de suceder. Felices vacaciones.