ROMÁN GUBERN: Acaba de aparecer un libro esplendido, Tebeos de cine 1895-1970, obra de Paco Baena y publicado por Trilita Ediciones. Se trata de un documentadísimo estudio de los coqueteos, interacciones y viajes de ida y vuelta entre las imágenes dibujadas de cómics y las ofrecidas por la pantalla cinematográfica. Cine y cómics fueron hijos de la cultura de masas finisecular y sus coqueteos han sido señalados hace muchos años. Los comics ofrecían una imagen secuencial fija y el cine una imagen móvil, pero fueron primos hermanos en el universo de la cultura de masas. La famosa cinta cómica de Lumière El regador regado se basa en una historieta decimonónica sin palabras. Suele considerarse que fue Yellow Kid el primer personaje canónico de la cultura del cómic norteamericano, pues inauguró el uso del globo con diálogos. Luego vinieron personajes mas sofisticados, como Little Nemo, que su genial dibujante, Winsor MCey traslado de las páginas del diario a la pantalla del cine. Y no tardó en producirse un préstamo de cómicos norteamericanos, como el vagabundo Charlot. Hace años alguien afirmó que los comics era “cine para pobres”, una estupidez porque los efectos especiales dibujados en series como la de Flash Gordon, eran mucho más brillantes y llamativas sobre el papel que sobre la pantalla. Solo a partir de los años ochenta, con trucajes más sofisticados y la irrupción de la imagen digital, el cine podría competir con su imaginación gráfica. Así surgieron en la pantalla Superman, Batman y Spiderman. Y es evidente que la iconografía de ciertas películas futuristas o apocalípticas, como la serie Mad Max, no existiría sin la semilla de los cómics cataclísmicos que le precedieron. En España tuvimos también una buena cosecha en este terreno y uno de sus monumentos fue el semanario TBO (1917) que este año celebramos con toda justicia. Pero es cierto que los héroes de cuna española como el Guerrero del Antifaz o Roberto Alcázar no han saltado a las pantallas y algún muñeco dibujado que ha osado saltar al cine lo ha hecho con muy poca fortuna, estrellándose contra la pantalla.