MAITE IBAÑEZ: Con la frase “la belleza está en la calle”, el cartel emblemático de las revueltas de mayo del 68 en París ponía el acento en el espacio urbano como una voz. El mensaje en la ciudad proporciona un nuevo lienzo de protesta y reflexión sobre la actualidad, y una forma accesible y participativa para todos. Desde esa mirada, los muros han respondido a los momentos de la historia que provocaron una respuesta social: La Pared del Respeto en Chicago, que retrataba a algunas figuras afroamericanas del momento como Aretha Franklin o Malcolm X. La elaboración de arpilleras en Chile se convirtió en toda una forma de protesta durante la dictadura de Pinochet. Reivindicaciones LGBTI o la atención sobre el SIDA, son algunos de los temas sociales que han protagonizado este tipo de escenas.
Recientemente en la ciudad de València algunos muros de contenido reivindicativo o denuncia social han sido borrados por diferentes razones. Sin embargo, todos compartían un objetivo: el silencio de la reflexión. Veíamos cómo el Centre del Carme no tardaba en fundir a negro la frase de la entrada “Agitació cultural al cor de València”, que simbolizaba un camino de actividades. Se eliminaba así con celeridad las huellas de cualquier pasado.
Por otra parte, hace unos días se creó un nuevo mural en la fachada de una propiedad privada en el barrio de Benimaclet. Su propietario, residente en la calle Doctor Vicente Zaragozá, impulsó esta intervención artística que denunciaba el genocidio en Gaza. Tan sólo unos días después, el Ayuntamiento de València cubría el mural de blanco, tapando el sentido de su reivindicación para silenciar cualquier tipo de protesta contra la guerra en Palestina. La situación fue denunciada en el último Pleno Municipal con el consiguiente voto en contra del gobierno de PP y Vox. Respondía el concejal Borja Sanjuan que “un ayuntamiento democrático no está para hacer una ciudad de pensamiento único y donde solo se expresen los que piensan como su gobierno.” Esta acción representa un atentado contra la libertad de expresión, censurando cualquier manifestación artística que permita un debate público.
El último capítulo afecta al artista urbano Escif. Su proyecto denunciaba el ritmo frenético de nuestras vidas mientras miramos el móvil. El mural titulado “La vida es otra cosa” nos invitaba a levantar la cabeza del suelo o de las pantallas, mientras caminábamos por la avenida Fernando el Católico. Un mensaje poderoso que se ha visto derrotado por el gigante Netflix. La película “Rebel Moon”, del director Zack Snyder y que aspira a ser la ‘nueva’ Star Wars, ya ocupa ese lugar. Una decisión que ha llevado a cabo la Escuela Barreira A+D, en favor de los intereses económicos que le reportará la cesión de ese muro a la multinacional como campaña navideña.
Desde ese camino, recordamos la crítica plasmada por Nani Moretti en “El sol del futuro”. En su caso, plantea el interrogante de cómo seguir rodando un cine comprometido y personal en la era Netflix. El trabajo de Escif, por su parte, formaba parte de una campaña “Neopolitan” de Greenpeace, realizada con motivo del Día Mundial de las Ciudades en 2018. Un diseño que ya forma parte de la historia de nuestras calles y de la transformación de sus mensajes. En palabras del autor: “pintar una pared es un acto de psicomagia; es un gesto poético y sutil que convierte una barrera en una ventana; es una oportunidad que tenemos, como seres creativos, de imaginar un mundo diferente.” Demasiados rodillos que borran los muros y nos tapan los ojos.