MAITE IBAÑEZ: Llega el verano y con él crecen los momentos para disfrutar de la lectura durante el descanso. En nuestra ciudad contamos con librerías repletas de buenas historias que darán respuesta a nuestras preferencias. Algunas de ellas han sido recientemente premiadas: Ramón Llull, como mejor librería de España o El Cresol, destacada en la Comunidad Valenciana. Otras permanecen en nuestro recuerdo por su gran aportación a la cultura y personalidad única como Valdeska o Dadá. Y también damos la bienvenida a las nuevas, es el caso de Praxis, la librería asociativa que nace con libros especializados y de segunda mano.
En esta época no tardarán en llegar los listados de títulos recomendados para leer en la montaña o bajo la tumbona. Es por ello que he decidido recopilar otro tipo de autores y relatos, aquellos que por circunstancias que pueden parecen rocambolescas se convirtieron en algún momento de nuestra historia en libros que no se podían leer.
Nos llena de esperanza comprobar que algunas obras tendrán finalmente su reconocimiento dentro de la literatura universal. Es el caso de El origen de las especies de Charles Darwin, considerado como la base de la biología evolutiva, es sin duda uno de los libros prohibidos más influyentes. Por su parte, la dictadura argentina de Videla prohibiría la lectura de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry porque despertaba la imaginación en los niños y fomentaba los valores de libertad.
En España, muchos escolares descubrimos La vida de Lazarillo de Tormes sin tener ni idea de su persecución por la Inquisición debido a sus críticas a la iglesia. Afortunadamente, sobrevivió oculto tras los falsos muros de algunas bibliotecas. Federico García Lorca escribió La casa de Bernarda Alba el mismo año de su asesinato y no pudo ser estrenada ni publicada hasta 1945, en Buenos Aires, dada la represión y la censura franquista. Y así seguiríamos recordando otro tipo de listados de libros que no fueron para el verano, sólo porque algunos trataron de negar su existencia.
Sin embargo, cuando pensábamos que todo esto estaba superado, nos llegan episodios tan salvajes como la retirada del cómic infantil Camacuc por estar escrito en valenciano, molestan textos clásicos de Lope de Vega o Virginia Woolf vuelve a la hoguera cien años después su edición.
Si lo llevamos al extremo, el relato Fahrenheit 451 de Rad Bradbury y que más tarde Truffaut trasladaría al cine, nos describe el valor de la lectura como herramienta de pensamiento crítico. Dadas las circunstancias que vivimos en estos días, este verano es un buen momento para recordar la importancia de los libros libres. Defender la libertad de creación es el único camino para que las sociedades democráticas avancen. En este sentido, Max Aub se preguntaba en Campo de Sangre “¿cómo pueden vivir los que creen que todo está escrito?” Queda mucho por leer. Feliz verano.