Cartelera Turia

VIVIR DOS VECES, de María Ripoll

El primer amor, dicen, nunca se olvida; no hay enfermedad que pueda contra eso. Así lo manifiesta María Ripoll en su última película, localizada en la ciudad de Valencia, y donde conocemos a Emilio, un enfermo de Alzheimer que quiere reencontrarse con su amor de adolescencia y necesita para ello el apoyo de su hija y su nieta. Vivir dos veces habla de las segundas oportunidades, en este caso de la que se dan padre e hija, o de la que se da Emilio a su yo de la juventud, a ese amor de juventud jamás olvidado.

También habla del olvido y de los recuerdos, de dejar atrás los autoengaños y de mirar con optimismo al futuro. Optimismo es el que destila precisamente uno de los mejores personajes, el de la niña Mafalda Carbonell, estupendo descubrimiento de una joven promesa, con un personaje entrañable e irreverente que le viene como anillo al dedo. Los personajes de Inma Cuesta y Óscar Martínez ya son otra cosa, pues se construyen sobre una base de tópicos y características comunes que, sin embargo, el buen hacer de este par de actores logran salvar el tipo.Y es que la película flaquea en ciertos aspectos que hacen de éste un producto irregular.

Al relato le falta ritmo y le sobra previsibilidad. Le falta además atar algunos cabos y los personajes responden a unos comportamientos un tanto incomprensibles (ese road trip apenas ocupa un cuarto de la película, por ejemplo, o la relación del personaje de Cuesta con su pareja), desprovistos de unas líneas de dirección claras. También hay exceso de repeticiones de los gags que en una primera instancia funcionan para el espectador, así como ese intento de emocionar a base de la lágrima fácil hacia la última parte del film, con la decadencia de la enfermedad.

Pese a todo, Vivir dos veces es una dramedia amable y sin muchas pretensiones, que se asoma a la cara “amable” (si es que la tiene) de la enfermedad, y demuestra que con el apoyo de la familia, nunca es tarde para cumplir tus sueños.

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