Arranca un nuevo curso político en el País Valencià y, de nuevo, la sombra de la DANA y sus consecuencias mortales planea sobre el gobierno de Carlos Mazón. El presidente no podrá desprenderse nunca de los 228 fallecidos bajo su mandato, como tampoco podrá esquivar la evidencia de una gestión marcada por la improvisación, el relato hueco y el marketing político. Pero que Mazón cargue con esa losa no significa que la oposición pueda limitarse a repetirla como si fuera su único argumento de desgaste.
El PSPV corre un serio riesgo: reducir su estrategia política a un monotema. Es cierto que la catástrofe de la DANA es un punto débil que perseguirá al presidente durante toda la legislatura, pero la ciudadanía ya lo sabe, lo ha escuchado y lo ha interiorizado. Lo que no percibe con la misma nitidez es cuál es la propuesta alternativa que los socialistas quieren ofrecer frente al bloque conservador. Si el PSOE valenciano desea recuperar la Generalitat, necesita ir más allá de la denuncia constante y aportar un proyecto de futuro.
Porque el País Valencià vive otros problemas igual de urgentes y cercanos. En Educación, se tambalean los recursos, las becas y la igualdad de oportunidades. En Sanidad, las listas de espera se eternizan, los profesionales reclaman medios y la ciudadanía percibe un deterioro constante de la atención. En vivienda, los precios disparados condenan a la juventud a la precariedad y expulsan a familias enteras de los centros urbanos. En Cultura, el retroceso es evidente: los apoyos institucionales se han debilitado y los proyectos se enfrentan a la incertidumbre de cada legislatura. Es ahí donde la oposición debería plantar cara con contundencia, constancia y capacidad de propuesta.
El problema es que no basta con intervenir en Les Corts. La política parlamentaria tiene un alcance limitado y Mazón sabe jugar con ello: controla el relato, reparte culpas, alimenta titulares y logra que el debate no salga de la cámara. El PSPV debe traspasar ese marco, ganar visibilidad en la calle y construir complicidad social. No es suficiente con discursos correctos y mociones previsibles. Hace falta estar en los barrios, escuchar a la juventud sin expectativas, acompañar a los mayores que ven cómo se recortan sus servicios, dar voz a las familias que luchan contra la inflación y el mercado de la vivienda. Si la alternativa progresista no pisa el mismo terreno que pisa Mazón seguirá siendo invisible.
El PP gobierna con comodidad gracias a la millonaria propaganda y a una oposición que se percibe apagada. Mientras Mazón se mueve con soltura en la política espectáculo, el PSPV necesita moverse en el terreno del día a día real de la gente. Ahí es donde se generan las adhesiones, donde se construyen mayorías sociales, donde se forja la alternativa.
Seguir confiando en que la DANA bastará para derrotar al presidente es un error estratégico que puede condenar a la izquierda a otra legislatura en la oposición. Es evidente que la gestión de aquella catástrofe debe seguir señalándose, pero no puede convertirse en la única bandera. La contundencia debe extenderse a todos los ámbitos de la vida valenciana, con propuestas claras, con liderazgo, con capacidad de movilización. Y, sobre todo, con la convicción de que el cambio es posible.
El nuevo curso político es, en realidad, una prueba de fuego. El PSPV debe decidir si quiere ser un mero notario de las desgracias del Consell o una verdadera alternativa con ambición y presencia social. Hasta ahora, se perciben dudas, vacilaciones, falta de confianza en sus propias posibilidades. Y una oposición que no cree en sí misma difícilmente convencerá a nadie más.
Los valencianos no necesitan una oposición resignada, sino una oposición que crea en la victoria. Y esa es la primera batalla que los socialistas tienen que librar: la de convencerse a sí mismos. Porque si no reaccionan ya, si no ocupan todos los espacios que hoy deja vacíos el PP, Mazón seguirá gobernando mucho más tiempo del que ellos mismos imaginan.