Cartelera Turia

EL MÉTODO GRÖNHOLM: CUANDO LA OFICINA SE CONVIERTE EN RING

 

Hay entrevistas de trabajo que son un trámite. Otras, un suplicio. Y luego está El método Grönholm, la obra de Jordi Galcerán que convierte el proceso de selección en un campo de batalla con reglas tan absurdas como crueles. El Teatro Talía de València se transforma, hasta el 28 de septiembre, en el escenario de este particular “juego de supervivencia laboral”, con cuatro aspirantes dispuestos a todo por un único y reluciente puesto en una multinacional.

Los combatientes de esta contienda no llevan guantes de boxeo, pero sus armas son igual de contundentes: la mentira, la manipulación, la seducción y la puñalada trapera. Se trata de cuatro nombres conocidos de la escena valenciana —Jordi Ballester, Diego Braguinsky, Ferran Gadea y Rebeca Valls— que se meten en la piel de candidatos a directores de marketing. A simple vista, parecen iguales: corbata, ambición y sonrisa ensayada. Pero hay un detalle que dinamita el juego: uno de ellos no es candidato, sino infiltrado de la empresa, y descubrirlo es la primera de muchas vueltas de tuerca que propone la función.

Galcerán escribió esta pieza como un mecanismo de relojería, premiado con un Max al Mejor Texto Teatral y convertido en un clásico contemporáneo que no envejece porque la materia prima sigue vigente: la feroz competencia por un empleo. Rebeca Valls, que además de actuar codirige el montaje junto a Gemma Miralles, lo define como “una comedia despiadada, pero divertidísima”, capaz de arrancar carcajadas durante una hora y media y, al mismo tiempo, dejar al espectador con la duda incómoda de hasta dónde llegaría él o ella en la misma situación.

La producción lleva el sello de Olympia Metropolitana y Elpuntdelai, con Braguinsky y Pep Chiveli al frente de la producción ejecutiva. No es la primera vez que el Talía abre sus puertas a este método implacable: ya lo hizo durante la tercera y la sexta ola de la Covid. Ahora regresa en un contexto distinto, inaugurando la temporada del teatro en pleno agosto. Una apuesta que el propio Braguinsky aplaude: “Antes se programaba de octubre a mayo. Ahora los teatros abren todo el año, y nosotros estamos aquí para entretener a la gente”.

Y vaya si entretienen. Porque lo que empieza como una entrevista se convierte en un ring de pelea. “Es una lucha encarnizada y sin piedad por conseguir un puesto de trabajo”, resume Braguinsky. “Y ahí la tragedia y la comedia se cruzan”. Ferran Gadea coincide en el placer que supone encarnar un texto que obliga a estar alerta de principio a fin: “Es una maravilla que te permite estar activo”. Y Jordi Ballester redondea la idea al hablar de un “reloj teatral que funciona a las mil maravillas”, donde todo encaja al segundo y nada sobra.

La puesta en escena, sin embargo, no es un calco de versiones anteriores. Valls ha querido actualizar ciertos aspectos que le parecían “anticuados”, con especial atención a la escenografía. Incluso se comentó con Galcerán la posibilidad de introducir guiños valencianos en la forma de hablar o en los nombres de los personajes, aunque finalmente el texto se mantiene intacto. Lo que sí ha cambiado es la forma de contarlo: “Hemos dado con el tono exacto”, asegura Valls. “Se puede hacer muy en serio, como se hizo en el cine, o muy de comedia. Nosotros hemos logrado una comedia de relojería, para reírse, pero para irse a casa con la reflexión”.

La reflexión, de hecho, es inevitable. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para conseguir un empleo? ¿Dónde queda la ética cuando el premio es la supervivencia económica? ¿Cuánto de lo que vemos en escena ocurre en realidad, entre psicólogos de recursos humanos que inventan juegos cada vez más crueles para elegir al mejor depredador? Galcerán no da respuestas, pero las preguntas siguen zumbando en la cabeza mucho después de salir del teatro.

Y mientras tanto, el público ríe. Porque la función engancha desde el minuto uno. Entre carcajadas, silencios incómodos y giros sorprendentes, los espectadores se convierten en cómplices de esta entrevista diabólica. Como dice Ballester, la clave está en no quedarse en la superficie: “Se podría hacer de mil maneras y muy superficial, pero aquí lo abordamos de manera profunda, con personajes de varias capas que sorprenden al espectador”.

No es casualidad que El método Grönholm vuelva una y otra vez a los escenarios, en València y fuera. Como dice Ballester, “cuando salimos fuera, la gente nos aplaude de forma efusiva. Hacemos las cosas bien hechas”. Y esta producción, 100 % valenciana, lo demuestra con creces: un montaje afinado como un reloj suizo que arranca sonrisas, incomoda, y confirma que el teatro aquí se juega en primera división.

Hasta el 28 de septiembre, el Talía es mucho más que un teatro: es una oficina sin paredes donde cuatro candidatos se dejan la piel —y la dignidad— por un empleo que quizá ni siquiera exista. El público, como un quinto aspirante invisible, asiste a la comedia, ríe, se divierte… y se lleva a casa la pregunta que nadie quiere responder: ¿qué habría hecho yo en su lugar?

 

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