La danza de la memoria

SILVIA HUESO: Las residencias de creación del Carme Teatre nos están regalando este año espectáculos de una fuerza expresiva potentísima, algunos de las cuales nos llevan a plantearnos cuáles son los elementos que, a lo largo del siglo XX, han fomentado una mirada de la masculinidad bastante tóxica y cuya deconstrucción nos puede ayudar a seguir adelante en un mundo que, ya de base, funciona mal.

Así ocurre con el último montaje de danza de Edu Migro, quien, acompañado por el actor Raúl Lledó, nos invita a sumergirnos en el universo simbólico lorquiano partiendo de las espasmódicas terapias de conversión sexual. Migro dirige y pone su cuerpo al servicio de la bestia cornada, del traje de luces, de la punta del fusil, de la copla y del deseo prohibido, encajando un físico que asombra por su solidez y elasticidad con unos movimientos que pasan de la rigidez grotesca a la máxima dulzura.

El montaje, cuya dramaturgia ha sido creada por Javier Sahuquillo, vuelve la vista a Sánchez Mejías y a aquellos amores con el rubio de Albacete en un orgulloso mes de junio, para hacernos más conscientes todavía de que la lucha sigue, fuerte y cada vez con más motivo, ante el retroceso ideológico de las gentes sin memoria.