NEL DIAGO: Desde luego, Pedro Giménez y la escuela y sala que dirige, la Off, son grandes especialistas y conocedores del teatro musical, pero creo que nunca como hasta ahora habían alcanzado la excelencia que demuestra este formidable montaje que responde al título de Bruno, nombre del personaje protagonista de esta obra juvenil, un muchacho de buena familia, estupendo en los estudios y en las relaciones amistosas que, sin embargo, se ve acosado por los “machitos” del centro escolar (no sólo él, claro, otros también padecen el acoso y hasta sufren peores consecuencias). Un tema actual, de gran sensibilidad social, que Lucas y Mengó han estado preparando largamente (dicen que un par de años) hasta conseguir un resultado estético sobresaliente y destinado a perdurar en el tiempo y en el recuerdo (sería bueno consensuar visitas y funciones con institutos y colegios, públicos y privados: docere et delectare). Y creo que más allá de las virtudes y bondades de la trama, de las partituras, de las coreografías, que están muy bien, sin salirse del género de la comedia musical, incluso más allá de la brillante escenografía de Luis Crespo, del vistoso vestuario de María Almudéver o la iluminación de Stefano Recchia, lo que hace tan singular esta propuesta es la perfecta conjunción de un grupo de intérpretes jóvenes (Yeray Varo, Ana Burguet, Maura Cyan, Diego Monzón, Truman Fernández, Ramón Ródenas, Paola Navalón…) y otros veteranos con sobrada experiencia, como Josep Zapater o Ana Conca (magníficos ambos, en todos los papeles que encarnan), que tienen una enorme capacidad para actuar, cantar, bailar o tocar música, y esto último es de señalar, porque se toca en directo, alternando los músicos su labor con la de intérpretes de la trama. Una trama, por cierto, muy inteligente que juega hábilmente con la idea del teatro dentro del teatro o, si se quiere, del teatro musical como elemento educativo y liberador. En fin, un espectáculo de muy bella factura, notable en su concepción y descollante en su realización.