CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA: ¿Conocéis aquella sensación de salir una noche a lo tonto, como quien no quiere la cosa, y acabar llegando a casa a las seis de la mañana con la sensación de que ha sido todo tan memorable que al día siguiente apenas recuerdas nada y te encuentras como si te hubiera pasado por encima un camión de mercancías? Pues algo parecido es lo que ocurrió con el concierto de la banda neoyorquina. Se habían tirado sus dos décadas de carrera sin pasar por València (otra cosa son los festivales de nuestra costa) hasta que, paradójicamente, fue aquí donde dieron uno de sus últimos bolos antes de la pandemia (diciembre de 2019), y donde dieron también uno de los primeros cuando apenas salimos de ella, este que nos ocupa. Y pese a que habían vendido poco más de la mitad de entradas de las que facturaron hace algo más de dos años, y que la noche se presentaba alicaída, acabó siendo el concierto más arrollador de los seis o siete que uno les recuerda.

¿El artífice? La bestia parda de Nic Offer, su descomunal frontman, que a sus 50 años sigue siendo un torbellino. Poco importó que el notable Let It Be Blue (2022), otra ligera vuelta de tuerca a su sonido, aún no se hubiera estrenado y el público estuviera tan poco familiarizado con el toque latino de “Un puente” como con el rodillo house a la francesa de “Here’s What I Need To Know”. El despliegue físico de Offer es tan bestia que al final acaba eclipsando a su compañera en tareas vocales, Noah Pace, a los sintetizadores precisos de un Dan Gorman que también tuvo sus segundos de gloria huyendo del teclado o a la guitarra rítmica de Rafael Coehn, con la gente bailando temas como el ya clásico “One Girl/One Boy” como si no hubiera un mañana. Otro fiestón por parte de la banda más incombustible (en todos los sentidos) de la generación del revival punk funk de los primeros 2000. Y van…