ABELARDO MUÑOZ: Los antecedentes: a partir de 1933, los nazis controlan la industria del cine en Alemania. Con Lang y los demás huidos, la UFA, con Goebbels al frente, se depura de progresistas para cumplir una función propagandística en defensa del nuevo y agresivo régimen. Es lógico pensar que lo que salió de ahí es un horror y que es mejor pasar página y quedarse con la gloria del maravilloso cine expresionista de la Weimar. No piensa así el investigador Marco de Acosta, que ha compuesto un libro esencial (*) para comprender el
sentido que tuvo la industria del cine nazi, sobre todo en el papel de engañar a su propio pueblo. Estructurado cronológicamente de 1933 a 1945, el libro es una selección de las películas más representativas del periodo, con sus fichas respectivas y sus sinopsis, acompañadas por un análisis sociológico y artístico del producto. Como complemento, el autor nos deleita con despieces que cuentan anécdotas y asuntos
hasta ahora inéditos. La película de 1933, Viktor und viktoria, es la primera sorpresa. La producción de Blake Edwards de 1982 está basada en esa película y a pesar de que Goebbels era ya ministro de propaganda en 1933 asombra que se colara una temática tan dudosa en los cines alemanes. Oro, de 1934, es otra rareza que interpretó Brigitte Helm, la actriz de Metropolis (1927). La Helms no quiso volver a trabajar con Lang después de esa película y rechazó el papel protagonista de El Ángel Azul. Es esta historia del cine nazi, una historia de intrigantes mujeres, divas que pasaron por el agujero negro del nazismo con diversa suerte. Desde el caso de Leni Riefensthal y su El Triunfo de la Voluntad, (1935), excepción absoluta que ha pasado a la historia como una obra maestra, dentro de la dominante mediocridad del resto de producciones nazis. También la muerte de Renate Müller, una de las grandes intérpretes del cine nazi y que se suicidaría, presuntamente obligada por la Gestapo. O la actriz icono del expresionismo, Lil Dagover, intérprete de Jane, en El gabinete del Doctor Caligari (1921) que fue muy premiada en la larga noche hitleriana. El estudio incluye una pintoresca lista de películas premiadas en el Festival de Venecia, bajo control fascista entre 1936 y 1942. Asimismo otra lista de las producciones prohibidas por los nazis y posteriormente la censura aliada sobre la producción alemana. Da Costa aborda la polémica producida en la posguerra sobre la conveniencia o no de mantener en las pantallas el cine producido en la época nazi. La desnazificación de la industria. Los aliados incluyeron unas trescientas películas en la lista negra (se habían producido 1.200 películas entre 1933 y 1945). La Fundación Murnau mantiene en la actualidad el veto a unas cuarenta películas que solo se pueden contemplar con condiciones. Entre ellas El judío Süs (1940), “la película antijudía por excelencia” según Goebbels; infumable panfleto racista como se podrá suponer, o GPU, (1941) de Karl Ritter, malvada película antibolchevique, repleta de mentiras y violaciones de niñas alemanas inocentes. El libro de este profesor de lengua española en Turquía, también incluye peras en dulce como la que recuerda las simpatías nazis del legendario magnate Henry Ford I (1863-1947), antisemita confeso; el mismísimo Hitler tenía como libro de cabecera el panfleto escrito por el magnate, The International Jew, publicado en 1920, contra la familia Rothschild. Especialmente escalofriante es la producción de 1941, Yo acuso, dirigida por Welfgang Liebeneiner, que justificaba el asesinato de los enfermos mentales en todos los hospitales de Alemania. La siniestra Aktion T4, que implicó la muerte de miles de enfermos. El libro cuenta con una lista fotográfica de directores, actores y actrices de la época, además de interesante documentación gráfica. Material indispensable para estudiosos de la historia del cine.