WILL SÁEZ: Después de meses acribillándonos con su enigmático tráiler, por fin llega a las salas la nueva adaptación de la afamada novela Los renglones torcidos de Dios. Un filme en el que, aunque haya aspectos a destacar, se ha intentado abarcar demasiado, y se ha terminado logrando menos de lo esperado.

En él, nos presentan a una investigadora privada que, tratando de esclarecer un caso de asesinato, se infiltra como paciente en un psiquiátrico sin que, prácticamente, nadie de su entorno lo sepa. Una vez dentro, tendrá muchos problemas a la hora de averiguar cualquier cosa en un ambiente tan cerrado y opresivo, y su cordura será llevada al límite en infinidad de ocasiones.

Oriol Paulo, especializado en thrillers, escribe y dirige su proyecto más ambicioso hasta la fecha. Una obra que peca de contar con un metraje excesivo, en el que el desarrollo de la historia y, con él, su interés, va de menos a más; pero que, en el fondo, sigue siendo altamente irregular. Se trata de una película coral, pero no está lo suficientemente aprovechada en ese aspecto, ya que no se profundiza en la mayoría de sus múltiples personajes, y quedan como meros figurantes. Sí que merece destacar, sin embargo, la labor de intérpretes como Bárbara Lennie o Eduard Fernández en roles con muchísima más enjundia. Aun así, se echa de menos una mayor estabilidad en la historia, y un hilo narrativo que no adentre y saque al espectador de todo lo que se nos cuenta de manera continuada. El apartado estético es correcto y, la música, logra que la inmersión en la paranoia que se nos presenta sea aún mayor. En definitiva: un filme decente que, a pesar de todo, poseía las herramientas para haber optado a convertirse en una obra de muchísimo mayor calado, viendo el material que tenía entre manos.