Cartelera Turia

LA VIDA ESTÁ BIEN, SI LEES TEBEOS: CISQUET: MEMORIA DIBUJADA CON PÓLVORA Y LODO

ÁLEX SERRANO: Cisquet se llamaba Francesc Serrat Pujolar y nació en Olot. A los dieciocho años ya sabía cómo cruzar la frontera a pie, cómo se siente el hambre en los campos de internamiento y cómo se sostiene una convicción con los pies mojados durante semanas. Participó en la liberación de Foix junto a la Resistencia francesa y volvió a España cuando hacerlo equivalía a firmar la sentencia de muerte. Lo mataron en el Camp de la Bota. Tenía veinticinco años.

La historia se recoge en Maquis. La historia de Cisquet (Desfiladero Ediciones), escrita por Pepe Gálvez y dibujada por Adrián Bago, y no necesita dramatización. Bastan los hechos. El guion traza la vida de Cisquet con precisión documental y una contención que no busca alivio. Las viñetas avanzan por campos embarrados, refugios improvisados, montañas afiladas y cámaras de tortura donde el silencio pesa más que los gritos. El trazo húmedo y tenso de Bago dibuja una atmósfera cargada. La tierra parece manchar las páginas. El tiempo, también.

Maquis forma parte de una genealogía de cómic político que conoce bien Pepe Gálvez. Lleva más de cuatro décadas construyendo relatos que resisten. Lo suyo no va de nostalgia: es insistencia. Cada obra suya apunta hacia la memoria como herramienta de combate. Desde sus primeros pasos en la crítica militante y su participación en los movimientos obreros y vecinales, hasta su papel como guionista, su recorrido es el de quien ha entendido el cómic como archivo de los que no salen en los archivos.

Entre sus títulos destaca Miguel Núñez. Mil vidas más, con dibujos de Alfonso López. Una biografía con aliento de epopeya obrera que recorre la clandestinidad, las cárceles franquistas y la solidaridad internacionalista que, a fuerza de ser invisible, se volvió invencible. Núñez no vivió una sola vida, sino todas las que pudo: combatiente en la Guerra Civil, resistente antifranquista, parlamentario, agitador. Su historia se despliega como un mapa de las ausencias que forjaron las conquistas democráticas. López pone el ritmo, Gálvez la arquitectura. Juntos levantan un testimonio que conmueve sin concesiones. Le Monde Diplomatique lo describió como un poema gráfico. L’Humanité, como un clásico inmediato del cómic europeo.

A esa misma alianza se debe 8 hores. El Noi del Sucre i la vaga de La Canadenca, donde Salvador Seguí aparece como agitador lúcido, organizador nato y enemigo público de la burguesía catalana. La jornada laboral de ocho horas, conquistada tras la huelga de la Canadenca, cobra aquí cuerpo y voz. No como símbolo abstracto, sino como batalla concreta. Disparos incluidos. Gálvez y López convierten el relato histórico en una herramienta viva, con sentido político y con el rigor de quien ha leído los archivos sin perder la calle.

La trayectoria de Pepe Gálvez no se entiende sin ese cruce constante entre documentación, ética y arte. Ha escrito sobre derrotas sin resignación y sobre victorias sin épica vacía. Su trabajo huele a imprenta de sindicato y a reunión de célula. Elige sus temas con una conciencia clara: rescatar lo olvidado no para exhibirlo, sino para devolverle el pulso.

En Maquis, cada decisión narrativa está al servicio de la mirada de Cisquet. Una mirada que sostiene, que duda, que observa cómo el tiempo se encoge entre nieve, metralla y traiciones. No hay personaje decorativo ni trazo sobrante. Lo que hay es urgencia. Por eso el libro importa: porque recoge una historia concreta y la convierte en una grieta por la que se cuela todo lo que este país ha preferido callar.

Al terminarlo, uno no se queda con la sensación de haber leído un homenaje. Se queda con la certeza de haber asistido a una recuperación. Y con la incomodidad que eso conlleva.

Porque la memoria, cuando está bien contada, raspa.

LA VIDA ESTÁ BIEN, SI LEES TEBEOS: CISQUET: MEMORIA DIBUJADA CON PÓLVORA Y LODO

PLAZA REDONDA: POLLAS POLITÉCNICAS

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