(1) ÁLVARO PONS: Resulta difícil hacer la crítica de una película como Vengadores: Endgame sin ampliar el foco de la misma al fenómeno que culmina: la transformación del género de superhéroes en el primer ejemplo real del concepto de transmedia que Jenkins teorizó. La película dirigida por los hermanos Rousso trasciende la calificación individual para ser parte final de un ciclo de 22 películas que se certifica con esta cinta en un auténtico serial cinematográfico. En ese sentido, se debe reconocer que lo logrado por Marvel/Disney es un hito histórico: han logrado trasladar a la gran pantalla la estrategia que obligaba a comprar todos los números de una saga en los cómics, pero con un éxito mucho mayor y a escala planetaria. Los más de mil millones de dólares recaudados solo en los primeros días de exhibición consigue que la saga de los superhéroes Marvel sea ya el mayor negocio audiovisual de la historia, apoyado tanto en el cine como en televisión, cómics y videojuegos. Este fenómeno social ha conseguido otro éxito indudable: crear una comunidad de fans similar a la que en su día construyó Stan Lee alrededor de los cómics y que, con seguridad, tendrá a Endgamecomo su película de culto particular, después de haber crecido durante diez años con las diferentes películas que terminan con este estreno la llamada “fase 3” del plan Marvel (y que dará paso a una cuarta en apenas un par de meses, the show must go on). Como fenómeno sociocultural, la importancia de Endgamees ya indu gráfico, la cosa es otro cantar: primero, porque Marvel deja claro que para disfrutar de esta película es necesario haber visto las anteriores. Ya no es solo la gran cantidad de referencias, chistes y guiños incluidos (algunos, hay que reconocerlo, muy buenos), es que la película es una especie de gran ajuste de cuentas de hilos sueltos de las anteriores y preparación de la fase 4. Lo segundo, porque la sobredimensionada duración de la película -más de tres horas- está organizada en tres actos muy desequilibrados en intenciones y formas: el inicial, una especie de versión resumida de la excelente The leftovers, da paso a una mutación inesperada y arrítmica película de robos, que terminará con la esperada traca final de efectos especiales desatados. El problema es que la cohesión entre los actos se basa en el conocimiento previo del espectador, sin el que se enfrenta a un empacho de sacrificios heroicos campbellianos a golpe de puro melodrama Disney. Superadas las dos horas, lo único que queda es asistir bien surtido de palomitas (si queda alguna, claro) a los fuegos de artificio a golpe de machacona banda sonora que, supuestamente, representan una especie de clímax épico sostenido, pero que no son más que un vehículo de entradas y salidas de actores para futuras entregas de la nueva fase. El problema es que es muy difícil poder disfrutar de la película si no se es un fan aguerrido y entregado, el humor fundamental y decisivo en algunas de las mejores entregas de esta larga saga, se ve relegado al papel secundario de chiste autoreferencial, sustituido por una solemnidad y trascendencia construida a golpe de lágrima fácil y una épica hiperhormonada y saturante -eso sí, con concesiones evidentes a una futura igualdad de género-, pero que evita la reflexión más allá de quién será el protagonista de la nueva fase. Paradójicamente, lo más interesan-te de Endgameestá fuera de la película, en el fenómeno que desarrolla.