JAVIER BERGANZA: España, 1914. Aurora Rodriguez da a luz a su hija. Una hija que no es fruto del amor si no de la ambición de un experimento. Crear a la mujer del futuro, la que será referencia para el resto de mujeres del país y del mundo. A los 6 años, Hildegart ya habla cinco idiomas, toca el piano y, poco después, se convierte en la abogada más joven del país (con un nombre así no puedes hacer otra cosa). La niña prodigio no sale de la sombra de una madre que controla hasta el más mínimo detalle. Centrada en su experimento, Aurora saborea las mieles del éxito de su hija, quién comienza a publicar libros y a ser una referencia dentro del PSOE y fuera de las fronteras españolas.
Y es que, como diria Ozuna: “No fue culpa tuya, ni tampoco mia. Fue culpa de la monotonía.“. Los 18 años de Hildegart y sus acercamientos a la política hacen que la relación madre-hija (Dr. Frankenstein-Monstruo) comienze a enfriarse. Ella se enamora de un joven quién le hace sentir mariposas en el estómago y se enfrenta a una dura decisión: el amor o su madre. ¿Qué diría Freud? Quizá la propia Hildegart le preguntó qué hacer, ya que se carteaba habitualmente con el filosofo austríaco.
El resultado es un distanciamiento entre Aurora y Hildegart, lo cuál Aurora percibe como un riesgo en su experimento. Las medidas son cada vez más duras, hasta que, por fin, decide suspender su ensayo.
Esta historia, basada en hechos reales, es bastante conocida. Si bien es cierto que una de las figuras más prodigiosas de la historia de España cayó en el olvido a causa, entre otras cosas, de la Guerra Civil (quizá el sexo de Hildegart también tuvo algo que ver) Paula Ortíz decide no arriesgar y toma una decisión honesta. “Tú, espectador, ya sabes cómo termina todo esto. Y vas a verlo desde el principio”. Paula, en el primer minuto, nos cuenta cómo termina la película, y decide transformar la obra en un “Se preguntará cómo he llegado hasta aquí.”. Najwa Nimri da vida a una Aurora muy potente y con una fuerza desbordante. Una figura en la sombra que decide no brillar en pos de su propia ambición. Por la otra parte, Alba Planas (Hildegart) se queda bastante más lejos de su compañera de set. Alba no termina de ofrecer todos los matices de un personaje con un potencial emocional que no puede explotar. Quizá busca esa sequedad, ese personaje deshabituado a lo real y lo humano. Sin embargo, la sensación final (la mia al menos) es la de una interpretación que ralla el aburrimiento o, como de nuevo diría Ozuna: “Tú estás frío como en Navidad.“.
En Teresa (anterior largometraje de Paula Ortíz) vimos una obra magnifica en cuanto a dirección. Una película que pasó sin pena ni gloria y que el tiempo la colocará en su lugar. Aquí Paula decide arriesgar menos. Su dirección es más de escuela. Perfecta, fina, pero sin demasiados aportes personales. Alguna genialidad de montaje (la secuencia del concierto de piano, por ejemplo) pero poco más. Se nota, a mi parecer, el no haber contado con Rafa Garcia como director de foto. En La virgen roja todo es un poco más plano, más apastelado. Juega con la subexposición y con la frialdad de la relación, pero en su anterior película llegó a sitios mucho más interesantes.
En definitiva, una película que nos deja a medias. Ahonda en una relación tóxica, en una idea absolutamente desquiciante y en el amor, que parece que puede con todo. Lástima, quizá, que el enfoque sea ese, el del amor, una vez más. “No me repita la movie otra vez que esa ya la vi (ya la vi)“