Mucho se está hablando en los últimos meses de La innocència, opera prima de Lucía Alemany, una joven directora castellonense que se cuela en el panorama cinematográfico nacional pisando fuerte. Su primer largometraje tuvo su estreno internacional en el Festival de San Sebastián -sección Nuevos Directores- y fue objeto de muy buenas reseñas. El cine valenciano estaba de enhorabuena, pues esta película suponía un soplo de aire fresco a la lista de producciones producidas en nuestra Comunitat. Y es que La inocencia es adolescencia, verano, amigos, música y tradiciones. Es el recuerdo de esas fiestas del pueblo, las de agosto, cuando tienes dieciséis años, cuando la vida se resume en callejear con los amigos, bailar hasta el amanecer y enamorarse espontáneamente y sin ataduras.
Esto es La inocencia y tiene lugar en Traiguera, pueblo natal de su directora y guionista Lucía Alemany, quien ya inició su carrera en la dirección con el cortometraje 14 anys y un dia (Premi Turia al Mejor Cortometraje Valenciano en 2016) un cortometraje que asienta las bases de su sello autoral, de esa manera sensible pero crítica de situar su relato, en este caso muy personal, en un lugar y un momento muy concreto. Alemany se busca a sí misma y encuentra en su experiencia vital muchas historias que contar, pero no todas ellas tan divertidas como las fiestas de su pueblo. Porque Lis, la protagonista -la joven promesa Carmen Arrufat, que en su debut como actriz ya tiene su nominación al Goya-, vivirá este último verano de su adolescencia de manera distinta. Vivir en un pueblo pequeño nunca fue fácil, como bien lo demuestra la continua angustia de la joven durante todo el film; se siente observada, juzgada y encerrada en un lugar que ya no es el suyo. Lis quiere volar, salir del pueblo, estudiar circo (¡qué insensatez, dirán las vecinas!) y escapar de esas miradas acusadoras, de sus anticuados padres y de su posesivo novio. De repente, nada es divertido y la edad adulta se asoma para dar paso a una mujer que tendrá que afrontar sus errores y tomar las primeras decisiones importantes.
Entonces, La inocencia ya no solo habla de verano, charangas y verbenas -las tradiciones valencianas están muy bien representadas y, por fin, integradas de manera natural en la historia, sin artificios-; la película también habla de la madurez que viene sin avisar, de la importancia de la amistad -pero más de ser fiel a uno mismo-, de ese extraño primer amor y del apoyo necesario de la familia en los momentos más duros. Este coming-of-age de sabor mediterráneo despliega toda la luminosidad del verano levantino en sus interpretaciones (todos están muy naturales, a excepción de un histriónico Sergi López), en su realización sin complejos y en sus divertidos diálogos. Quizá no aporta nada nuevo al género de cine adolescente de nueva generación, pero lo que sí es cierto es que éste es un interesante debut que sitúa a nuestro cine más cercano como un lugar de referencia a tener en cuenta.