En aquel México de la Revolución, a comienzos del siglo XX, una valenciana, María Conesa, era la reina del género sicalíptico. Todos los mexicanos se volvían locos con sus encantos, incluidos varios generales revolucionarios. La conocían como “La gatita blanca” y sus espectáculos eran ofrecidos “para caballeros y damas de elevado criterio”. De un modo sucinto y discreto, Carmen Bonet, responsable y alma de una sala atípica de Russafa, el Sporting Club, ha querido rendir homenaje a aquellas mujeres, algo frívolas para algunos, pero, sobre todo, muy libres de pensamiento y acción, empleando para ello imágenes fílmicas y fotografías de muchas de esas celebridades, con la inigualable Josephine Baker a la cabeza; pero también grabaciones musicales de época, como la pícara Vaselina de La bella Dorita. Pero todo ello sólo es el revestimiento de un espectáculo coreográfico con números muy bien elaborados, con destreza, simpatía y una pizca de humor, y, sobre todo, con un magnífico trabajo dancístico, actoral y musical a cargo de Mónica Nemesio, Mireia Fuster, Susana Mompó, Cristina Ros y el violinista Carles Civera. No es un gran espectáculo de cabaret, ni falta que le hace: es un montaje de pequeño formato, pero realizado con esmero e imaginación. Complace.