TURIA: El conflicto catalán ha impuesto un giro a la derecha en la sociedad española, que ha tenido en el crecimiento de C’s su máxima expresión política. Las últimas encuestas así lo ponen de relieve. Pese al descenso en las expectativas de voto del PP, la subida que experimenta el partido de Albert Rivera permitiría a las fuerzas de centro-derecha una holgada mayoría absoluta parlamentaria que hoy no tiene. Este avance conservador coincide con la práctica desaparición de la izquierda del debate político desde las pasadas elecciones catalanas, donde obtuvieron unos malos resultados. Los socialistas, pese a una recuperación que parece enterrar definitivamente la sombra del sorpasso de Podemos, intentan evitar que su apoyo a Mariano Rajoy en la aplicación del 155 les pase factura. Su propuesta federal y plurinacional hace tiempo que quedó en el olvido, mientras que su iniciativa de reforma constitucional amenaza con ahogarse en el agua de borrajas entre el menosprecio de la derecha y las críticas de la izquierda y los nacionalistas. Más grave todavía es la situación que atraviesa Podemos. El partido morado ha pagado cara su decisión de nadar contracorriente con su defensa de un referéndum pactado para Catalunya. Su coherencia se ha proyectado, interesadamente a menudo, como un coqueteo con el independentismo ligado a la estrategia política de Ada Codau, que ha terminado agravando las tensiones que conllevaba la transformación de un movimiento social nacido al calor del 15M en una organización política en el siempre complicado territorio de la izquierda. La controvertida personalidad de Pablo Iglesias tampoco ha ayudado a sobrellevar esta situación. Mientras tanto, los grandes problemas del país continúan. No solo el catalán, que en los últimos tiempos ha monopolizado la agenda política española. La salida de la crisis nos ha dejado un país más desigual social y territorialmente. La precarización laboral mantiene atenazada a buena parte de la sociedad y el enclenque estado del bienestar recae en su agonía como pone de manifiesto la alarmante situación en que se encuentran su sistema público de pensiones y el resto de servicios públicos. Todo ello hace que sea urgente una reacción de la izquierda que permita superar el discurso patriótico conservador por un debate territorial serio que aborde el tema en toda su complejidad, incluyendo el polémico tema de la financiación que tan mal parados nos deja a los valencianos. Pero, al mismo tiempo, que sea capaz de situar lo social, esos problemas reales que afectan la vida de los ciudadanos, en el centro del debate político. Porque si la izquierda continúa grogui seremos esos mismos ciudadanos los que terminaremos KO.