PAU VERGARA: La saga de Emmanuelle, nacida en los años 70 como un fenómeno cinematográfico cargado de erotismo y controversia, marcó una era. La primera adaptación de la novela de Emmanuelle Arsan, dirigida por Just Jaeckin en 1974, revolucionó el cine erótico con su representación de la sensualidad femenina. Protagonizada por Sylvia Kristel, la película se convirtió en un éxito de taquilla y en un símbolo de la liberación sexual en la gran pantalla, destacando por su mezcla de exotismo, desnudez y fantasías hedonistas que resonaban en la sociedad de la época.
Durante las décadas de los 70 y 80, la saga Emmanuelle generó numerosas secuelas, imitaciones e incluso parodias. Con su aire exótico, escenarios deslumbrantes y protagonistas que encarnaban un ideal de mujer libre e inalcanzable, la franquicia fue uno de los pilares del cine erótico. Sin embargo, con el paso de los años, la saga fue perdiendo su brillo inicial y su relevancia en una sociedad que comenzaba a cuestionar los estereotipos femeninos y la representación del deseo desde una perspectiva masculina.
La Emmanuelle del Siglo XXI: Reinventada por Audrey Diwan
En 2024, la directora francesa Audrey Diwan decidió revitalizar este mito cinematográfico con una nueva versión, distanciándose radicalmente de las adaptaciones anteriores. En los créditos finales de su película queda claro: su Emmanuelle no es una nueva interpretación de la novela original de Arsan ni una revisión de la película de los años 70. Diwan, conocida por su sensibilidad al abordar temas femeninos y ganadora del León de Oro en 2021 por El acontecimiento, opta por subvertir el mito, despojándolo de las capas de exotismo y fantasía masculina que dominaron las primeras versiones, y lo adapta al mundo contemporáneo.
Esta Emmanuelle, protagonizada por Noemi Merlant, no es una mujer en busca de aventuras sexuales vacías, sino una figura compleja en busca de algo mucho más profundo: el deseo carnal perdido y su propia autonomía dentro de una sociedad que la asfixia con expectativas. Aunque el erotismo sigue siendo un elemento clave en la película, Diwan se aleja de lo explícito para explorar la sensualidad en las pequeñas cosas, como el sonido del agua en un baño o el roce de las texturas que acarician la piel. La directora utiliza técnicas de sonido, casi en un registro de ASRM, para trasladar al espectador el placer que siente la protagonista, creando una experiencia sensorial más que visual.
En esta versión, Emmanuelle no es solo un objeto de deseo; es una mujer atrapada en una jaula invisible. La trama la sitúa en Hong Kong, donde viaja como consultora para salvar un hotel de alta gama. Pero este hotel se convierte en una suerte de prisión platónica, un microcosmos que refleja las estructuras invisibles que la sociedad ha construido para limitar el deseo femenino. En esta atmósfera de colores fríos y materiales satinados, los personajes se mueven con una seriedad y reflexión que contrastan con la sutileza y sensualidad de las interacciones.
El erotismo, en esta película, no radica en las escenas sexuales explícitas sino en la tensión constante entre lo que se muestra y lo que se oculta. Es una exploración del cuerpo femenino, no solo como objeto de deseo, sino como un espacio de libertad a conquistar. Diwan crea un ambiente en el que la protagonista, aunque rodeada de lujo y aparente libertad, está presa de las estructuras patriarcales que dictan lo que debe sentir y cómo debe comportarse.
Es el enigmático personaje masculino, interpretado por Will Sharpe, quien introduce a Emmanuelle en una nueva dimensión de deseo y libertad, no tanto por lo que le ofrece, sino por lo que le revela sobre sí misma. Cuando se despoja de las expectativas y normas impuestas por otros, Emmanuelle redescubre su placer, y es entonces cuando puede sublimar su deseo de una manera auténtica y personal.
Una Reflexión Sobre el Placer en el Siglo XXI
Para Diwan, este nuevo Emmanuelle es más que una película sobre el deseo sexual. En rueda de prensa, la directora reflexionó sobre el concepto de placer en la sociedad contemporánea, planteando preguntas sobre las expectativas sociales que pesan sobre todos: “Cuando se nos exige tanto, ¿seguimos teniendo placer? ¿Rendimos igual?”. La película, lejos de celebrar una simple liberación sexual, aborda cómo el placer se entrelaza con las expectativas de éxito, perfección y control que dominan nuestras vidas.
Al rechazar cualquier referencia directa a las anteriores versiones del mito erótico, Diwan construye una Emmanuelle que trasciende géneros y épocas. Como bien afirma la directora, “todo el mundo puede estar en el cuerpo de esta mujer”, haciendo de su viaje un reflejo universal de la búsqueda del placer, la libertad y la autenticidad.
Desde su origen en los años 70, Emmanuelle ha sido un símbolo de la liberación femenina, aunque a menudo filtrado a través de la mirada masculina. Con esta nueva versión, Audrey Diwan devuelve el control del mito a la propia Emmanuelle, reinterpretando el placer desde una perspectiva más íntima y liberadora. Si la Emmanuelle de los 70 representaba una fantasía exótica, la de 2024 es una mujer que lucha por escapar de las estructuras que la limitan, redescubriendo su deseo en un mundo que constantemente trata de moldear su libertad.
En última instancia, Emmanuelle ha evolucionado de mito erótico a símbolo de emancipación en el siglo XXI, una transformación que refleja los cambios profundos en nuestra forma de entender el cuerpo, el placer y la autonomía femenina.