Rescatamos un interesante artículo de Alfonso Gil en su sección El miedo del guardameta ante el penalti, publicado en Turia hace alguna semanas.
Seguramente como consecuencia del desconocimiento general de nuestros representantes en Les Corts y del particular de la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, todos ellos se metieron hace un par de semanas en un charco innecesario. En su afán de mostrar su apoyo a la mujer y al fútbol femenino, el parlamento valenciano instó a que el encuentro de Liga Valencia-Levante se disputara en el campo de Mestalla. Para ello recurrió nada menos que a una declaración institucional en uno de los escasos ejemplos de unanimidad de los últimos años entre todos los grupos. Probablemente el asunto merecía un consenso que solo el mundo del balón es capaz de concitar. El césped sobre el que se debía jugar el encuentro se convertía en un factor clave, según nuestros representantes públicos, para evitar discriminaciones y “promover la igualdad en todas las esferas de la sociedad y más en aquellas en las que habitualmente el carácter de género ha padecido más distinciones”.
Previamente, la vicepresidenta había tenido a bien pronunciarse al respecto y mostrar su preocupación por que el Valencia CF reservara Mestalla tan sólo para su equipo masculino, cuando es un club que tiene dos primeros equipos, y recordó el éxito que supuso la presencia de 17.000 personas en las gradas en el partido del año anterior, algo que para ella reflejaba un paso adelante en la senda de la equiparación. Conocidas las posturas institucionales, el Valencia se molestó sobremanera y argumentó algunos de los motivos por los que no se iba a jugar en Mestalla. Entre los no explicitados se pueden encontrar el no hacerlo por cuestiones deportivas relacionadas con el equipo masculino, la preocupación por preservar el césped, la hipotética negativa del entrenador (también el del masculino), o los casi 30.000 euros de gasto que supone la apertura del estadio. Lo que sí esgrimió públicamente el club fue una serie de cuestiones técnicas sobre las que nuestros diputados no tenían ni pajolera idea y que, sin embargo, no les han impedido subirse en marcha al tren de la causa igualitaria. Horarios fijados previamente por la Liga de Fútbol Profesional, la imposibilidad de que coincidieran el equipo masculino y femenino un mismo fin de semana en el estadio o no hacer coincidir la hora de dos partidos del Levante, son algunos de esos inconvenientes.
El Valencia dio réplica en un comunicado en el que explicó su apoyo al fútbol femenino. Ni este club, ni el Levante, al que no le llovieron palos porque jugaba fuera de casa, necesitan justificar su implicación en el fútbol femenino. Sus equipos cuentan con buenas jugadoras, remuneradas con salarios dignos y con facilidades para compatibilizar la práctica del fútbol con otras actividades en una línea de progresión reseñable en los últimos años. El Valencia participa en un proyecto de lucha a favor de la igualdad de género a través de Naciones Unidas y ambos clubes juegan en una Liga auspiciada por una empresa como Iberdrola y que ofrece tres partidos, tres, por televisión cada fin de semana y cuyo seguimiento por parte de sus señorías desconozco. El Valencia incluso se preguntó si la Administración invierte más que el propio club en el apoyo al deporte femenino e invitó a todos los diputados a presenciar en directo el derbi, sin que ninguno de los firmantes hiciera acto de presencia (era puente).
Nadie puede negar que el deporte femenino necesita más apoyo, inversión y reconocimiento, pero tampoco se puede cuestionar el crecimiento a todos estos niveles. Solo hay que echar la vista atrás sin necesidad de fijarla demasiado lejos. Los avances han sido exponenciales y, aunque queda mucho por recorrer, no se puede caer en el simplismo de que la apertura de un estadio se convierta en la medida de algo. Las instituciones juegan un papel cada vez más importante en el apoyo a la mujer en todos los aspectos y en el deportivo no es menor; además su voluntad está acompañada de hechos, pero los brindis al sol no aportan casi nada. Además, sus planteamientos en este caso se han circunscrito al ámbito del deporte profesional, en el que se manejan parámetros diferentes al del ámbito público. Se trata de distancias que, con muy buen criterio por cierto, fueron marcadas por el Gobierno actual desde su llegada al poder en contraposición a las políticas no muy adecuadas de la etapa anterior. Clubes como el Valencia o el Levante trabajan bien en el fútbol femenino y por eso ahora el de Mestalla ha acogido con malestar una propuesta pública tan poco meditada como afortunada.
Alfonso Gil