Fiel a ese estilo tan personal que aúna un cine autoral intimista y naturalista, Naomi Kawase retoma su filmografía basada en los personajes y sus sentimientos, tras el estreno en 2018 de Viaje a Nara, una cinta que no recogió muy buenas reseñas tras su paso por San Sebastián. Precisamente en la pasada edición de este certamen presentó Madres verdaderas, que ahora llega a los cines como un soplo de aire fresco y delicado para subir el listón de la clásica parrilla veraniega en las salas.
Kawase empieza lenta, sutil. Presenta a una pareja unida en busca del hijo que no llega, frustrados y confusos con un drama que pronto abandonaremos para continuar con la cara B de esta historia, que tendrá final feliz solo para una de las partes. Para sustituir al a veces complicado milagro de la vida está el negocio de la adopción, un turbio sistema que Kawase desvela con rápidas pinceladas para luego indagar en el drama interno que vive una joven de tan solo catorce años que tiene que dar en adopción a su bebé. Los motivos pueden ser obvios, pero a partir de aquí vamos atando cabos mientras Kawase alterna la intimidad entre los felices nuevos (y acomodados) padres y la joven traumatizada que se ve expulsada de la sociedad y de su familia de forma literal.
Pese a un tratamiento de los personajes quizá demasiado pueril, en el que nadie parece excederse en un correcto comportamiento, en realidad la cineasta japonesa plantea cuestiones sociales a través de dos familias del mismo lugar pero que nada tienen que ver. La maternidad, la familia, los privilegios y los tabúes con respecto al embarazo adolescente en una sociedad como la japonesa son los temas por los que merodea Kawase para ofrecer al espectador un retrato coral de mujeres cuyo único deseo las une y las confronta al mismo tiempo. La naturaleza, la luminosidad y la poesía entre la imagen y la música se mantienen en su nueva propuesta, en la que el drama se mezcla a la perfección con la intriga gracias al eficaz (aunque a veces confuso) montaje paralelo. Un contraste de lo que vemos “por fuera” con lo que sienten los personajes “por dentro” que cierra así una maravillosa y reflexiva historia de dos madres que comparten un mismo hijo.