ANDREA GABRIELLI: València, si nos referimos a la gastronomía y esto está claro, se ha convertido en un crisol de culturas increíblemente amplio. La oferta en nuestra tierra se ha diversificado de manera exponencial, siguiendo un poco la evolución de la sociedad que se ha abierto poco a poco a gente proveniente de cualquier parte del mundo. De modo que, nos cruzamos todos los días con chinos, italianos (por supuesto), holandeses, marroquís, pero también bolivianos y colombianos o incluso nigerianos y senegaleses. Es decir, todos son parte integrante de la ciudadanía y ya no se ven como algo exótico. Se ha normalizado el hecho de que vivimos en un ambiente multicultural y esto ha sido indudablemente un milagroso enriquecimiento, bajo todos los aspectos. Hemos salido de una sociedad endogámica, que ha producido muchos tontos de pueblo (es broma, bueno, casi…), para integrar y absorber un patrimonio cultural que no tiene precio. Hay que dar valor a todo esto, no menospreciarlo ni demonizar todo lo que supuestamente corrompe la inexistente pureza de la “raza hispánica”, ya que, además, nosotros mismos somos fruto de una suma de diferentes culturas a lo largo de los siglos y de nuestra propia historia.

Justamente, con mis pensamientos perdidos en esta gran diversidad étnica, el otro día me fui a cenar a un bodegón argentino, Bataraza, ubicado en la céntrica calle hospital n.18, frente a la biblioteca pública Pilar Faus. Acaba de cumplir un año de vida y ya se está afirmando como una referencia de la cultura argentina en València, porque, como me explicaba Felipe Mendiguren, uno de los socios dueños del restaurante, aquí todo te habla de su tierra, su cultura, sus costumbres, representadas por una cocina muy sabrosa, espejo del fantástico coupage compuesto por la inmigración europea, principalmente italianos (los tanos), españoles (los gallegos) y, en manera menor, franceses y alemanes, además de la cultura originaria local. ¿De dónde viene su nombre? Bataraza, es una raza de gallina argentina y por eso en las mesas ponen unas jarritas de cerámica con forma de gallina. Además, con ese nombre se identifica un tejido blanco y negro con el cual se confeccionan los típicos pantalones de los gauchos, la bombacha. Más argentino imposible. En un ambiente acogedor con una decoración muy bonita y con aire bohemio, domina la “barra argentina”, donde Ariel (otro socio del local) con su equipo propone unos cócteles clásicos de ese país, como el mítico Cynar Julep o el Ferroviario, a base de Fernet Branca. También es excelente la oferta de los vermuts, que se sirven en la mesa con el superclásico sifón de soda, omnipresente en cualquier bar de Buenos Aires. La carta no es muy extensa, pero propone platos muy típicos.

Para picar, tienen unas empanadillas buenísimas, el choripán tradicional; unos entrantes muy apetitosos, como la trucha ahumada al estilo patagónico, el revuelto gramajo, con patatas, jamón york, pimientos rojos y huevo escalfado, y el matambre, un fiambre hecho con carne de ternera enrollada con verduras y huevo. Todo esto resulta perfecto, si además lo acompañamos de un torrontés del norte del país, magnífico vino blanco perfumado y bien estructurado. La carne sería el plato principal, pero ¡Ojo! No es un asador, como todos los demás argentinos que se encuentran en València, pero es cierto que tiene unas carnes impresionantes, como el ojo de bife, de lomo alto muy jugoso, o una increíble milanesa que elaboran con entrecot de lomo bajo (preparan incluso una deliciosa versión vegana con setas). También ofrecen una pasta rellena que no es propiamente italiana, aunque la crearon unos emigrantes italianos, estos “sorrentinos” de jamón y queso con salsa de tomate y pesto son realmente exquisitos. Ofrecen una buena selección de vinos argentinos y os recomiendo un Malbec de Mendoza si optáis por la carne. Su bodega está ampliándose con otros vinos españoles, italianos, franceses y alemanes para representar también a los países europeos que emigraron allí. Finalizo la comida y entre sus postres, destacaré el rey que es el dulce de leche: probad el panqueque relleno, como el que hacen las abuelas porteñas, y me diréis. Querría también dejar un pequeño comentario sobre el servicio: Emilia nos atendió con mucha profesionalidad y un toque muy familiar, siempre presente, pero sin agobiar. Un diez. Nos vemos allí, sin duda un lugar con muchas historias que contar.


