Esta humilde comedia de José Luis García Berlanga rodada en Valencia -con interesantes planos de la ciudad en sus créditos iniciales- y narrada por capítulos al estilo Tarantino traslada un mensaje optimista -su título lo dice todo- de superación; de saber reinventarse frente a la adversidad con la ayuda y apoyo de los seres queridos.

Su discurso no es novedoso pero la sensación de cercanía que transmite en la audiencia valenciana -ubicación y entornos conocidos, la característica forma de hablar de los personajes hará que éste cale un poco más mientras se retrata a una familia de El Cabanyal con apuros económicos en la que Juan, tras ser desahuciado junto a su mujer e hijo, se ve obligado a buscar nuevas vías de negocio para salir a flote. En segundo plano queda una discreta vis cómica donde solo momentos puntuales -sobre todo cuando se echa mano del humor negro- se salvan para, al menos, dibujar alguna sonrisa en una película en la que no deja de ser curioso -y algo chirriante- ver a actores como Pablo Chiapella -albaceteño de pura cepa- chapurreando el valenciano como buenamente puede con expresiones tan de la terreta como -por ejemplo ‘collons’. Sin duda hay mejores opciones en cartelera, pero no en lo que respecta a cine valenciano.