Cada edición del Zinemaldia supone un reto dialéctico a superar por su equipo programación, encabezado por el incombustible José Luis Rebordinos. El que es director del festival de San Sebastián, con ya más de veinte ediciones a sus espaldas, se empeña en ser “tendencia” en las redes sociales cada vez que emite un comunicado o siquiera responde en las entrevistas. Le ponen contra las cuerdas pero final siempre sale airoso, pues no suele equivocarse, al menos en su forma de argumentar sus -no siempre fáciles- decisiones.
El certamen donostiarra casi nunca está exento de polémica, y en estos tiempos que corren no iba a ser menos ruidosa la iniciativa de programar No me llames Ternera, un documental donde el -no menos polémico- periodista Jordi Évole entrevista al que fue líder de ETA, Josu Urrutikoetxea (conocido como Josu Ternera, de ahí el extraño título). No se hicieron esperar las numerosas voces en contra de una película que ni tan siquiera hemos visto, pues lógicamente aún no se ha estrenado, pero algunos no iban a dejar de recordarnos que este festival vasco ya tuvo sus más y sus menos con la banda terrorista allá por los 90, y que por lo tanto, no se les vaya a ocurrir levantar ampollas ni hablar de temas peliagudos que han quedado atrás en el tiempo, no vaya a ser que por un momento se blanquee a los verdugos y se olviden del dolor de las víctimas. Sin conocimiento de causa, la semana pasada pedían su retirada y la rectificación de los responsables. De nuevo, estamos ante la censura de los más conservadores; de aquellos polvos, estos lodos. Consecuente con sus actos, Rebordinos, respaldado por la mayoría de la prensa que conoce el festival de cerca, se negó a retirar de su parrilla el documental que más pronto que tarde se podrá ver en Netflix.
También coherente con sus creencias es el actor Javier Bardem, flamante Premio Donostia de este año que no vendrá a recoger su farolillo al Kursaal debido a la huelga de actores que azota a Hollywood desde hace ya meses, y la cual el actor madrileño secunda sin temor a equivocarse. Es por ello que recibirá el premio al año que viene, así que nos conformaremos con ver su cara en el cartel oficial de este año. Tampoco veremos pasear por la Concha a Hayao Miyazaki, quien recibe también este gran reconocimiento del festival, pero no podrá desplazarse a España y por ello aceptará el premio de manera virtual. Y es que el cineasta japones suma ya 82 años y no pocas películas de animación en su aclamada filmografía. Verán los más afortunados su última obra, The Boy and the Heron, que seguro que es una delicia que se encargará de abrir el certamen, y para la cual no he podido conseguir entrada. El que sí parece que acudirá a por su premio honorífico es Víctor Erice, y eso que él es bastante esquivo con las aglomeraciones. Erice presentará su última película, Cerrar los Ojos, tras estrenarse en la Croisette de Cannes, aunque fuera de concurso y además, no exenta de polémica. Sea como sea, tras muchos años sin estrenar largometraje, la de Erice es una de las cintas más esperadas del cine español de esta temporada y algunos ya la han calificado como un gran homenaje al cine.
Polémicas, ausencias y premios aparte, lo placentero de acudir a un festival, y más a uno como el de San Sebastián, es tener la oportunidad de ver cine de calidad, de estreno y presentado por grandes cineastas, como es el caso de esta 71ª, edición donde veremos a Isabel Coixet, Robin Campillo, Xavier Legrand, Kitty Green o Joachim Lafosse, entre muchos otros. Otros de los placeres que ofrece el Zinemaldia, -además de poder comer pintxos a todas horas y en cualquier taska- es la de ver muchas películas en muy pocos días. Yo he logrado sacar dieciséis entradas, distribuidas en las cinco jornadas en las que estaré en Donosti. La media me sale a 3’2 películas diarias, contando con que esas décimas representan algún pase de primera hora al cual no asistiré según las horas de sueño que lleve acumuladas. Mi selección, que más bien parece la carta a los Reyes Magos, se compone principalmente de películas que participan en la Sección Oficial y en Perlas, que siempre es la que más garantías de éxito te ofrece. De la oficial podré ver la última de Cristi Puiu -director de la maravillosa Sieranevada-, MXX, que de nuevo apuesta por la coralidad en un drama sobre personajes en continua búsqueda. Le Successeur, de Xavier Legrand, de quien ya pude ver la crudísima Custodia compartida precisamente en Donostia; y Un amor, de la directora Isabel Coixet, que pillaré con muchas ganas tras haberme leído este verano de una sentada la novela en la que se basa, escrita por Sara Mesa. Confusas expectativas me causa la apuesta de Isabella Eklöf, directora de la perturbadora pero interesantísima Border, que estrena aquí su nueva película, Kalak, donde también experimentará los límites de la sexualidad. Apuesto también por una griega titulada Fingernails (Esto va a doler), del director Christos Nikou, un drama romántico de ciencia ficción sobre la complejidades de las relaciones de pareja.
Aparte de la oficial, no quería dejar atrás algunos largometrajes recientemente avalados en otros certámenes como Cannes, Berlinale o Venecia. Tendré ocasión -y muchas ganas- de ver algunas “perlas” recientes del festival galo como The Zone of Interest, de Jonathan Glazer; Kaibutsi/Monster, de Koreeda; o Fallen Leaves, de Aki Kaurismäki. De festivales como Sundance, veré la norteamericana All Dirt Roads Taste of Salt, opera prima de Raven Jackson, y una española que viene de Karlovy Vary, Las chicas están bien, debut en la dirección de Itsaso Arana. Y así hasta dieciséis.