ANA NOGUERA: Afganistán se ha convertido en el gran fracaso de Occidente. 20 años de ocupación en Afganistán no eran justificables. No se ha conseguido establecer un gobierno pacífico y democrático, devolver la dignidad, autonomía y, sobre todo, paz a la población civil. Habría que dar muchas explicaciones de cómo se ha desarrollado tan sonoro fracaso y tanta corrupción encubierta. Tampoco la salida de EEU ha sido un éxito: más bien la guinda del fracaso.
Asistimos incrédulos a lo que ocurre en aquel país: desde la salida de las tropas occidentales, al triunfo inmerecido y “regalado” de los talibanes, al miedo de la población civil, a la huida histérica en los aeropuertos, a los atentados de ISIS, al terror!!
Tenemos la impresión de poseer las recetas mágicas que se deben aplicar en cualquier lugar, independientemente de sus culturas y particularidades; en cambio, hoy nos sentimos ignorantes ante lo que pueda desarrollarse. La situación de Afganistán no pasa de buena a mala por la retirada de EEUU. Ya era mala, ya era un infierno, solo que ahora irá a peor.
Las redes sociales están actuando de forma positiva, reuniendo voces de protesta, firmando manifiestos, mostrando la realidad, exponiendo opiniones y análisis, y, sobre todo, recuperando también la memoria, la historia y la valentía de personas afganas que abren nuestro conocimiento. Durante estos días estamos aprendiendo más sobre Afganistán que durante los veinte años de ocupación militar.
Las redes se han convertido en un altavoz lleno de artículos que advierten de la barbarie, de la crueldad, del fanatismo de los talibanes. Circulan dibujos y pinturas de mujeres afganas, relatos, biografías, denuncias de los asesinatos cometidos… Quiero destacar uno, escrito por Pepa Úbeda, publicado en la Fundación Hugo Zárate: “Las poetas-mártires de Afganistán”, porque, en aquel país, no ahora, sino durante todos estos años de ocupación militar pero de opresión fundamentalista, existía la poesía, la literatura, el arte, la cultura, aunque agazapada debajo de los burkas.
Hoy, recuperamos la voz de Nadia Adjuman, poeta afgana asesinada por su marido a causa de una paliza. Escribir poesía supone arriesgarse a morir. Y no escribirla supone estar muertas en vida. Las mujeres afganas, encerradas físicamente, dejan que su espíritu escape de las celdas de los burkas. Hoy, nuestros poemas de Occidente, costumbristas, soñadores, amorosos, y escritos desde la libre intimidad, son versos principiantes de vida y sufrimiento, al lado de los poemas que se convierten en gritos desgarradores de mujeres silenciadas que tienen más miedo a vivir que a morir.
“No hay diferencia de hablar, reír,
Morir, ser.
Yo con mi soledad agotada
Con dolor y tristeza.
Nací para nada.
….
Soy una mujer afgana,
Así que solo tiene sentido para gemir”