JÚLIA OLMO: Juan Cavestany ha vuelto a la gran pantalla. Hace unas semanas, la crítica Desirée de Fez, en su columna de el Periódico, ya celebró la existencia de esta nueva película, Un efecto óptico (al parecer, una “comedia fantástica”). Decía que, en su opinión, la comedia cinematográfica no está en su mejor momento, y que, por esa razón, una de las cosas que más celebra de esta nueva y extraña temporada de festivales es este estreno. No sé si estoy de acuerdo en lo primero (no por ninguna razón de fondo, simplemente porque lo desconozco, no he visto muchas de las comedias actuales), pero suscribo lo segundo. Lo suscribo porque también, a mi parecer, Cavestany es un cineasta que logra de una manera extraordinaria el propósito de toda comedia: hacer reír por encima de todo.
Me explico, digo esto porque a mi modo de ver, sus obras cinematográficas (hablo de obras porque también tiene cortometrajes y series increíbles, como Ramona o Vergüenza) son divertidísimas al tiempo que se acercan al humor de una forma personal, libre, ambigua, atrevida, despojada de prejuicios y pretenciosidad. Pues con todas sus diferencias y particularidades (en las que no pretendo profundizar en este texto), su cine tiene en común un punto de partida, un punto de vista, la observación, exploración y el registro (y, por lo tanto, la transformación) de la realidad y del comportamiento humano, de las relaciones de convivencia entre lo exterior y lo interior. Pienso en la trayectoria que empezó con la arriesgada y estupenda Dispongo de barcos, y cuando veo estas obras tengo la impresión de que han sido filmadas por un narrador omnisciente que al mismo tiempo es espectador. Un espectador que observa y capta su entorno con una mirada entre curiosa, asombrada, desconcertada y perpleja, lo que hace la gente que lo habita y le rodea, los sitios donde están, al tiempo que se adentra en su intimidad, en su imaginación, en sus pensamientos y sentimientos. De hecho, en una entrevista de la revista GQ a propósito del estreno de Esa sensación (su película anterior, coescrita y codirigida con Julián Génisson y Pablo Hernando), el mismo director dijo que tenía la sensación de ver la vida a través de un cristal, desde la calle, que, de una manera no buscada, cada vez se sentía más alejado de la gente, que no la estaba entendiendo, qué hacía, hacía dónde iba.
Como dice uno de los personajes de la magnífica Gente en sitios en una secuencia memorable (que posiblemente muchos recordarán por distintos motivos), “el cine casi siempre representa cómo nos vemos a nosotros mismos”. Pues precisamente, eso es lo que me parece extraordinario de sus obras. La manera como a través de esa observación de lo real y lo humano explora y representa de una forma insólita y desnuda, sin idealismos edificantes, cómo somos las personas por dentro, cómo actuamos o podemos llegar a actuar cuando nadie nos mira, lo que hay debajo de lo que percibimos, los espacios en los que vivimos y cómo vivimos en ellos, las posibilidades que hay en cualquier situación cotidiana, y cómo de ese modo, logra con notoria habilidad llevar el humor a lugares complicados de transitar desde el género.
Para hablar del cine de Cavestany, calificativos tan recurrentes en la crítica (yo misma los suelo usar) como “arriesgado”, “sorprendente” o “ambiguo”, no quedan vacíos. Pues a través de la fusión y distorsión de los tonos y los géneros, de lo onírico, lo surrealista y lo ordinario, de la experimentación con lo real y lo imaginado, aborda asuntos complejos y oscuros como el aislamiento, la soledad, la incomunicación, las crisis afectivas, la locura o las obsesiones, plantea preguntas a menudo incómodas y escurridizas, cuestiona límites e ideas que habitualmente se asumen como verdades, y hace comedia con ello.
Hace unas semanas ya dije que una de las cosas que más admiro y me gustan de la vida y de la ficción es el sentido del humor. Por eso y por las razones que he tratado de explicar en este texto, como Desirée de Fez, también pienso que la proyección de una nueva película de Cavestany ya es toda una alegría. Un efecto óptico se estrenó el pasado 19 de septiembre en el Festival de San Sebastián (en la sección Zabaltegi-Tabakalera), dentro de poco pasará por el de Sitges (sección Noves Visiones, en el que también se podrá ver online desde el 8 de octubre), y finalmente llegará a salas (al menos eso espero y deseo). Yo tampoco me la perdería.