CARLOS MARTÍNEZ:Quique San Francisco llevaba varias semanas enfermo con una neumonía bilateral que preocupa mucho. En un rostro ya de por sí particular, Quique San Francisco esculpió en cada arruga sus múltiples avatares vitales. Mi primer recuerdo del actor data de mi más tierna infancia cuando hacía un programa en la tele (la única) que se titulaba “Santi, botones de hotel” en el que Quique encarnaba a ese trasunto de Sacarino. Fue francotirador en la Legión, en la que hubiera querido quedarse, y estudió en el Actors’ Studio, pero se lo dejó pronto. Más peligroso que la Legión fue haber sido actor del cine quinqui, pero Quique era duro de pelar y sobrevivió a eso, a la adicción a la heroína, a la cárcel en Nepal y a un terrible accidente de moto, tras el que la policía intentó detenerle aún convaleciente con silla de ruedas y todo por habérsele olvidado una comparecencia en juzgados. Mucho le quedaba de francotirador, al menos en la expresión de sus opiniones políticas, cuando menos exóticas, si no tóxicas. La muerte le llega justo después de haberse reído en la cara de la Parca protagonizando un corto publicitario de embutidos vestido con capa negra y hoz enorme. Genio y figura. Sit tibi terra levis.
DE AQUÍ A LA ETERNIDAD: QUIQUE SAN FRANCISCO
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