TURIA: El PP sigue empeñado en escribir las páginas más vergonzosas de la reciente historia política valenciana. Si durante sus veinte años de gobierno autonómico logró convertir a la Comunidad Valenciana en el referente geográfico de la corrupción española, su iniciativa judicial para obligar a restituir en las calles de Alicante las placas que homenajeaban a los representantes del franquismo suponen un insulto no solo a las miles de víctimas de la dictadura que siguen olvidadas en las cunetas españolas, sino a cualquier persona con las más elementales convicciones democráticas. La imagen de la retirada de una placa dedicada a la Igualdad, por otra destinada al reconocimiento de los voluntarios falangistas que combatieron en le División Azul en apoyo de la Alemania nazi tiene una carga simbólica tan estremecedora como terrorífica. A ningún partido de la derecha alemana o italiana se le ocurriría proponer que alguna calle de sus ciudades o pueblos llevara el nombre de Adolf Hitler o Benito Mussolini. No sólo porque, a diferencia de los españoles, muchos de ellos sufrieran en carne propia la zarpa del fascismo, sino por una simple cuestión de decencia democrática. La legitimación explicita del fascismo que el PP valenciano propicia resulta especialmente irresponsable en un momento en que el neofascismo avanza de forma tenebrosa por toda Europa. Aunque por el momento este fenómeno no ha adquirido en España las dimensiones alcanzadas en otros lugares, no quiere decir que nuestro país sea inmune a este virus que se extiende como una epidemia. Al contrario, episodios como el del autobús tránsfobo de Hazte Oír, para el que Bonig también reclamó “respeto”, o la proliferación de organizaciones como Hogar Social Madrid que aprovechan los estragos sociales de la crisis para propagar un discurso xenófobo, demuestran que la ultraderecha también se envalentona en la sociedad española. Esta misma semana era apedreada en Valencia una mezquita dejando constancia de que la camada negra no anda lejos de nuestras casas. La decisión de una entidad como la falla del Mercat de proponer como fallero de honor a la Fundación Francisco Franco evidencia la incultura democrática que sigue presente en algunos ámbitos valencianos por muy minoritarios que sean. Por ello la iniciativa del PP –realizada además cuando se conmemora el aniversario de los bombardeos fascistas a las poblaciones valencianas- no puede valorarse fuera de todo este contexto. Con su iniciativa de Alicante, el PP lejos de combatir sin matices estas execrables tendencias viene a reforzarlas al legitimar políticamente la presencia de símbolos fascistas tan evidentesen nuestras calles. Lamentablemente, no nos sorprende viniendo de un partido que reiteradamente se ha venido negando a condenar el golpe de estado que acabó con el orden democrático republicano y el gobierno legítimamente surgido de las urnas. Una irresponsabilidad hacia nuestro trágico pasado, injustificable.